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Pedigüeñería Vallenata

Ya olvidamos  la estadística de desempleo en Valledupar, ahora con nuevos parques, hacemos en silencio un homenaje al “Parque de Los Varaos” que los vallenatos recordamos. Son tiempos electorales y cada día saldrá un dato sobre algún candidato.

Algunos ciertos, otros  inventados, recargados o refritos por la contraparte con un fin específico: Calumniar o injuriar. Estas contravenciones los romanos llamaban delitos de humo, por la confusión natural de integrarse, abrazarse, solo la naturaleza, antigua y sabedora conoce su intención. Los abrazos políticos si tienen claras intenciones,  todos sabemos.

Valledupar hoy, es una ciudad pedigüeña. Aquí  esa tragedia era mínima,  pobreza extrema, e indigencia, eran  términos desconocidos aportados por los  nuevos economistas para  estratificarnos en la sociedad consumista actual, donde solo caben los iguales.

Miremos algo de etimología. La palabra pedigüeñería tiene los cuatro firuletes que un término puede tener en nuestro idioma: la virgulilla de la ñ, la diéresis sobre la ü, la tilde del acento y el punto sobre la i.

Precisamente ahí, en el punto sobre la i, es donde  gobernantes y  gobernados hacen su jugadita como cualquier Macías congresista. Recordemos que Oscar Macías Álvarez, un periodista nuestro en el siglo pasado, fue un perfeccionista del idioma, pero ya lo olvidaron. Ocurrió lo mismo con la celebración del día del periodista el domingo 4. Desaliñado.

La vida cambia con el tiempo. Hace  años, los novios pedían la mano de la hija a los padres, hoy le piden todo a ella, hasta por whatsApp vale. Los religiosos  pidiendo en sus oraciones; los pastores saben que nada viene del cielo  (excepto en política)  piden directamente contratos al mandatario. Celestiales al orar, pero al pedir van al grano.

Los compositores nuestros tienen frases inolvidables para pedir. “Dame tu mano mi amigo que quiero saludarte”, dice Gustavo Gutiérrez, “Dame la negra Felipe, dame por caridad, yo te la vuelvo a prestá cuando tú la necesites”, dice Simón Salas. “Dame la cosita aquella, negra dame tus amores y no esperes que yo muera para después llevarme flores” cantaba Lino J Amaya, y así,  mil peticiones.

Hoy, en cualquier lugar  está una mano extendida, en cada esquina, centro comercial, hospital, plaza, parque, semáforo o en la puerta de su casa. Piden plata. Y amenazan con gestos y acciones ante su negación. A los niños los volvieron expertos en pedir, mientras sus aparentes padres vigilan, quien no vigila es el ICBF,  su director, si es que existe, tiene todo un vademécum jurídico y psicológico para responder esa pregunta, y quién pida una respuesta  queda pidiendo explicaciones, ni se atreva a preguntar.

De aquellos pedidores tradicionales locales sobreviven pocos, miles  tomaron el oficio como un arte, los favorecedores lo hacen por creerse filántropos por un segundo o cumplir con el precepto bíblico. Dar es mejor que recibir, dicen los viejos párrocos, ya casi en desuso, hoy los curas bailan y cantan con una bacanería envidiable.

Tengo un primo así, ambos estamos seguros que no ascenderá a Obispo, menos mal. Me gustaría saber si los mandatarios en sus paseítos recientes muestran la pedigüeñería como realidad local. ¡Sería bueno pedírselos!

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Edgardo_Mendoza_Guerra: