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Padres que no reconocen a sus hijos

Glenys Cenith en una entrevista a un canal nacional.

Después de que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, emprendiera un proceso de carácter familiar en 2012, en el que Luis Daniel Torres, un indígena arhuaco de 20 años de edad, que en su momento sólo quiso reconocer a una de sus hijas trillizas, un informe del organismo asegura que el jornalero reconoció su paternidad sobre sus primogénitas.

“El señor realizó un reconocimiento voluntario como padre de las niñas, en el Icbf permanecen las copias de los registros civiles que hacen parte de la historia de atención, obviamente hay unos derechos de por medio, en su momento las partes dieron por terminado el proceso, tal como reposa en los archivos”, afirmó María Elvira Salcedo Carrillo, Defensora de Familia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

Explicó que “en caso que fueran personas del común habría que emprender un proceso de restablecimiento de derecho como pruebas de dictamen pericial, valoración sicológica, nutricional y sicosocial”.

Según el Icbf, seccional Cesar, los casos de padres que no reconocen voluntariamente a sus hijos no solo se presentan con situaciones sui géneris como el de Luis Daniel y sus trillizas; son más comunes de lo que parecen. En lo que va corrido del 2016 el organismo ha atendido 218 casos de esta naturaleza, mientras que en 2015 reportó 510 hechos similares reportados en todo el departamento.

La historia
En su momento, el gobernador indígena del pueblo arhuaco, Rogelio Mejía Izquierdo, dijo que “el padre decidió asumir su responsabilidad paterna frente a las tres menores y explicó que “todo el problema se trató de una mala interpretación de la respuesta del papá de las niñas en una situación que no era común en esta comunidad”.

El drama para Glenys Cenith comenzó el 5 de noviembre de 2011, cuando nacieron las trillizas Kelly, Keini y Keila; llegaron sanas al mundo, y con ese instinto de supervivencia, propio de los seres del campo y la fortaleza de su cultura indígena.

Los ojos de angustia de la mujer mestiza se convirtieron en gestos de felicidad cuando la primera bebé vio los primeros rayos de luz, pero cuando su propio padre trató de sacarle la placenta, la mujer se sorprendió: “aguaite que viene otro….y otro”.

“Pese a que en un principio pasaron las vicisitudes de un lugar hostil para unas criaturas prematuras, sólo tuvieron un problema: los pechos de su madre, no eran suficientes para alimentarlas”, aseguró en su momento.

Asombro del padre
Paralelamente, Luis Daniel, un habitante en la vereda San Pedro, ubicada en lo alto de Pueblo Bello, Cesar, en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, quedó aterrado por la sorpresa de la naturaleza; para él no fue fácil entender la realidad que lo abordaba.

“Yo solo hice un hijo, solo la morenita es mía”, dijo sin titubeos el hombre en su lengua natural, que en aquel momento no superaba los 20 años.

Las horas pasaron y los llantos de las tres criaturas no cesaban en la humilde vivienda; el tamaño y el peso de Kelly, Keini y Keila no eran el adecuado; posteriormente fueron internadas en el Centro Nutricional del Hospital ‘Rosario Pumarejo de López’; Luis Daniel estaba inmerso en un mar de dudas, sin embargo siempre estuvo allí para acompañar un momento de felicidad pero a la vez de incertidumbre. El hombre iba y venía por los pasillos del centro asistencial; médicos y enfermeras le hablaban para decirle que “sus hijas eran un regalo de Dios”, pero no hubo poder humano que lo convenciera.

Luis Daniel partió al pueblo para refugiarse aún más en sus dudas, no entendía lo que estaba ocurriendo, parecía que su relación con Glenys había llegado a su punto final por culpa de una aparente convicción de infidelidad.

Por más de dos meses Glenys Cenith y sus trillizas recibieron atención médica, pero tuvieron que regresar a su entorno donde las condiciones no eran las mejores para la crianza de sus hijas, más cuando en aquel momento eran rechazadas por el padre.

El amor entre Glenys y Luis Daniel nació en una finca de la región; vivieron el furor de dos enamorados y no demoraron en consolidar la relación que desencadenó en un embarazo. Aun así la mujer no se desligó del seno de sus padres; los controles médicos eran escasos y las labores del campo siempre fueron sus tareas acostumbradas.

Al final, Luis Daniel aceptó la paternidad de las trillizas ante las decenas que voces que le explicaron el regalo que le estaba dando la naturaleza y algunos dicen que también incidió la advertencia de las autoridades indígenas de obligarlo a realizar trabajo forzado y meterlo en un calabozos como castigo por no reconocer su triple condición de padre.

Por Nibaldo Bustamante

 

 

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