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Padre solo hay uno

“La gran herencia que me has dejado nunca se borra de mi memoria y tienes que recibir tu pago aquí en la tierra y allá en la gloria”.

Escucho mientras escribo la música de los agasajos, festejos, homenajes y ágapes organizados por los buenos hijos a sus viejos con motivos de la celebración del “Día del Padre”, mientras yo me conformo abrazando la nostalgia y acariciando los recuerdos del padre autodidacta, inteligente y honrado que el altísimo hizo para mí un día de inspiración en las verdes sabanas al pie de la sierra de Cotoprix.

Mientras la brutal ausencia me acompaña vino a mi mente el aparte que hemos trascrito de la canción titulada ‘La herencia’, que le compuso Emilianito a su padre y que fue incluida por él con su hermano en el LP titulado ‘Mi canto sentimental’, que salió para la venta al público el 18 de junio de 1973 en la que este recuerda que “hay cosas bellas que nunca se olvidan que solo con la muerte se pueden acabar, como la herencia que le puede dar el padre a un hijo pa’ toda la vida” y aclara perentoriamente que no es precisamente una herencia material sino el estudio y la música, en el mío es la educación y su ejemplo de honestidad.

Era mi padre un hombre pragmático, doctrinario, inteligente y vertical, que sabía de todo, que disfrutaba sirviendo a los demás, nunca con sus relaciones con la política y los políticos pedía contratos ni para él ni para la familia, sino becas para la gente de los pueblos que no tenían para estudiar, y cuando en el pueblo ejecutaban las obras que gestionaba, no andaba detrás de su “comisión” ni de peajes y porcentajes sino que asumía personalmente como interventor para que no se robaran ni un peso, cómo cambian los tiempos, ahora mucha gente anda detrás…pero de “lo suyo” y que si sobra algo lo inviertan en cemento, varillas y ladrillos, sin duda ante tantas cosas que se han visto después que se fue seguramente hubiera muerto de nuevo de tristeza y de dolor de patria chica, viendo como cae “todo el peso de la ley”, pero sobre mucha gente inocente mientras los verdaderos pre digitadores del latrocinio y el asesinato a punta de hambre de los niños se pasean en costosos vehículos blindados por el país con el poder atropellando y con la plata del erario público humillando.

Como mi padre nada más hubo uno, añoro las primas noches cuando a falta de luz me recostaba sobre sus piernas en la puerta de la casa en Monguí a mirar la luna, mientras él me explicaba sus fases, y escuchábamos los larguísimos noticieros de Radio Sutatenza y el famoso “Reportero caracoooool, el primero con las ultimas”, hasta convertirme para siempre en radioescucha empedernido, por eso tengo radio debajo de la almohada, en el baño, en la oficina y en mi maleta de viajes. Imposible olvidar sus conversaciones nocturnas con todos los viejos del pueblo que llegaban a visitarlo y mientras ellos hablaban, yo iba grabando en mi mente todo lo que se decía, por eso no se borran de mi mente, tuve la mala costumbre de interesarme más de la cuenta en todo aquello a lo cual se referían, de ellos aprendí muchas cosas a muy temprana edad, el alumbrado público eran las lámparas de querosín que en cada casa colocaban en la puerta y nadie se quejaba, todos vivíamos felices, dormíamos las noches completas y la mayoría de la gente no tenía cerraduras en las puertas principales sino un taburete o una tablita que clavaban en la parte superior, nada se perdía.

Fue mi padre un guía para su gente, un visionario que convenció a la gente del pueblo para que no participara en el negocio de la “marimba” porque decía que detrás de esas riquezas vendría la desgracia y la ruina, como finalmente sucedió en otros pueblos, era cumplidor de sus compromisos, por eso una vez pidió retiro voluntario del hospital donde estaba internado por crisis hipertensiva y sin autorización medica se fue para Bogotá con su primo Fabián Fragozo Fonseca, el único que se enteró de su viaje fue su ahijado Rubén Fuentes Aragón, se fue sin decirlo porque después le impedían cumplir su cita en una cena que había el día siguiente con su amigo Álvaro Gómez Hurtado.
¡Así era mi viejo, hizo siempre lo que le dio la gana!

 

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Luis Eduardo Acosta Medina: