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Oración del corazón

Por: Valerio Mejía Araújo

¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios? Joel 2:17

Me pregunto ¿qué es lo que hace que la mano de Dios se mueva en favor de su pueblo? Algunas respuestas lógicas serían: La fe, la pureza, la compasión y la integridad. Sin embargo, hoy quiero referirme a un ingrediente que todos debemos desarrollar en nuestra vida de oración: ¡El deseo! Entendido como anhelo, apetito, pedido, búsqueda desesperada de algo. 

¿Qué es lo que anhelamos? ¿Cuál es nuestra pasión? ¿Qué es aquello que anhelamos tanto que casi no podemos vivir sin ello? ¿Es nuestra oración un deseo intenso expresado a Dios? La oración en sus diversas formas, es la acción de expresar un anhelo profundo ante nuestro Dios, para que las cosas y circunstancias cambien. Así que, la oración que surge de una necesidad sentida, aquella que sale del corazón, se convierte en un grito de desesperación para que las cosas muden de aires. 

La beligerancia de estos tiempos es un asunto de pasiones, el mundo ostenta y exhibe  sus pasiones en el escenario de la vida sin reparos ni vergüenza. Es hora de que la esposa de Cristo, la Iglesia; sin distingos de credos religiosos, se llene de pasión por su esposo y dé muestras de su profundo amor a través de la oración.  

La oración de corazón no es una oración demostrativa y aparentadora, puede ser solitaria y silenciosa. No se produce mediante ninguna postura o acción social o comunitaria. Es humilde ante Dios, es un ruego desesperado, es esperar en su presencia, es la decisión de no renunciar hasta tener una respuesta, es la urgencia de obtener aunque la respuesta aún no llegue.

Es cuando nos deleitamos en el grandioso amor del Padre, cuando nos sentimos objetos de su afecto y estamos seguros de su incondicional cariño. Es cuando sentimos que nuestro corazón explota con amor por Dios; allí no hay palabras para expresarnos y nos sobrecogemos de amor ante su presencia y nuestro corazón arde de deseos de conocerlo más y de aceptar su voluntad expresa y manifiesta. Entonces la pasión florece y de la abundancia del corazón, habla la boca. Habla cuando el compositor, canta. El poeta, declama. El pintor, pinta. El escritor, escribe. Y los hombres comunes simplemente, nos conmovemos y lloramos. El amor habla un idioma del corazón, es el lenguaje de la oración. 

Mi invitación es a que volvamos a cavar las trincheras de la oración del corazón. Una oración desesperada que traiga vida. Que aprendamos a clamar como Joel: “entre la entrada y el altar”. Que llamemos a la acción al olvidado quebrantamiento como idioma del corazón. Que se apodere de cada laico y ministro el poder de la oración, y seamos usados para abrir el cielo sobre nuestra amada Provincia de Padilla.  

Saludos y bendiciones…    

 

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