“¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís?” (San Marcos 8,18).
¿Sobre qué cosas sentimos que tenemos perfecta claridad? ¿Qué podemos decir de nuestras vidas? ¿Por qué suceden las cosas de la manera en que lo hacen? ¿Dónde está Dios en todo esto? ¿Sabemos lo que se debe hacer a continuación, con la confianza y tranquilidad de que todo va a resultar bien?
A mí me gustaría despertar cada mañana sabiendo que estoy en el lugar correcto y sin sombras de dudas, saber a dónde me lleva Dios. ¡Es maravilloso cuando podemos ver! Sin embargo, la mayoría de veces no lo logramos. En ocasiones, nos armamos de valor y damos el salto, pero muy raras veces resulta de la forma en que lo pensamos. Sí, todos tenemos nuestra fe. Pero, aun allí, y especialmente allí, parece no alcanzar para obtener las promesas.
La descripción de la vida cristiana práctica, en el Nuevo Testamento, contrasta con la vida actual de una gran mayoría de creyentes. Es como si hubiera algo o alguien, dispuesto a oponerse y torpedea las realizaciones personales. Cuando se trata de la historia de nuestras vidas, nos sentimos aturdidos y confundidos, no tenemos control de lo que pasa o por qué pasa. Después de un tiempo, de acumulación de hechos tras hechos que no nos gustan o no entendemos, se corroe nuestra confianza de que somos parte de algo grande y bueno y nos reduce a una mentalidad de sobrevivientes. Claro, no me malentiendan, siempre nos han dicho que somos importantes para Dios y lo creemos. Pero, la vida tiene una forma de ir quitando nuestra confianza y socavando nuestras convicciones de que él quiera lo mejor para nosotros.
¿Qué es en realidad lo que está pasando aquí? Admitámoslo, la vida es dura. Día tras día nos golpea, hasta que perdemos de vista lo que Dios quería para nosotros y no tenemos idea de por qué nos está sucediendo lo que nos sucede. Creo firmemente, que lo que necesitamos es una nueva perspectiva de las cosas. Que podamos tener ojos para ver lo que está sucediendo. Que podamos alzar nuestros ojos al cielo para poder ver las cosas como Dios las ve. Que Dios quite el velo que nos impide ver y tengamos ojos que en realidad puedan ver.
Esto implica que, aunque tengamos días malos que dejan sombras grandes en nuestro corazón, las intenciones de Dios siempre serán para bien. Cierto es que, Dios nos ha prometido perdón y libertad; pero, tambien nos ha ofrecido una vida completa y con propósito. Una vida con sentido, con ilusiones, con metas. Él vino para darnos vida y vida en abundancia. Esta oferta no solamente es para un futuro distante después que hayamos trabajado arduamente aquí en a tierra, sino para nosotros aquí y ahora.
No nos estanquemos en algún lugar, creyendo que Dios nos ha abandonado, porque él no actúa como esperábamos. Veamos las cosas con la claridad que deberíamos verlas. Tal como necesitamos verlas. Aunque no entendamos lo que está sucediendo a nuestro alrededor, o a aquellos que amamos, pidamos a Dios ojos para ver, para poder percibir, con los ojos de la fe, todo aquello que Dios ha preparado para nosotros.
¡Mis oraciones para que tengas ojos para ver la realidad de Dios en tu vida! ¡Feliz fin de semana!
VALERIO MEJÍA