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Sobre el plagio en el vallenato

Esta semana he iniciado la lectura del libro titulado ‘El plagio y el derecho de autor en la música caribeña’, del periodista Carlos Alberto Ramos, prologado por mi amigo y paisano Ciro Quiroz Otero, el cual ha generado bastante polémica en lo que llamamos ‘El país vallenato’, no es para menos, lo que ya se había constituido casi en vox populi en buena parte del Caribe colombiano, ahora nos lo entregan en un libro que recoge cantidad de testimonios de personas de la región que llevan años escuchando de boca en boca historias de plagios, préstamo y cesiones de letras y melodías que engalanan nuestra mayor riqueza cultural. 

Son cuatrocientas páginas de información y datos recogidos en varios años de trabajo investigativo por parte del autor, lo cual ya lo hace merecedor de reconocimientos, sin embargo, en esta columna quiero aventurarme a realizar algunas conjeturas, tal vez para seguir atizando la hoguera, que de pronto es uno de los objetivos del escritor.

Inicio diciendo que en esta obra se acusa a muchas personas que ya no están entre nosotros y algunos hace bastante rato partieron a la eternidad, por esa potísima razón será difícil saber ahora que podrían decirnos al respecto o concretamente cuál sería su defensa, encontrándose en la picota pública con acusaciones tan graves, aupadas por buena parte de la sociedad.

En este caso vale la pena señalar que ni los hijos de Escalona, ni los de Alejo, por solo mencionar dos, van a estar felices con el trato que se le da en esta obra a quienes ya tienen en nuestra música un pedestal de honor que nada ni nadie podrá destruir.

En el caso de aquellos acusados que se encuentran vivitos y coleando, ya he escuchado a algunos autores y compositores sentirse amenazados y vulnerados en sus derechos al buen nombre, a la honra y a la reputación y anuncian denuncias y tutelas frente al tema. No puedo adelantarme sobre lo que va a suceder, de lo que si estoy seguro es que el autor del libro se atrevió a caminar sobre la cornisa y muchos ya están alquilando balcón para el ver el empujón.

Tanto nuestra música, como la historia, se encuentran soportadas en la tradición oral, pero la oralidad contempla verdades y también mentiras y he conocido casos de algunas personas que soñaron con ser autores de una obra, se la apropiaron y cuentan a los cuatro vientos esa supuesta verdad y en el pueblo se lo creen, la gente lo afirma y confirma, se va regando el runrún y lo que es una mentira, ahora para muchos ya es una verdad, me pregunto: ¿podrán existir casos como estos en el libro del señor Ramos?  También me pregunto: ¿es contundente prueba, afirmaciones como: “¿Le escuché a mi abuelo que esa canción era de fulano y no de zutano?  ¿Es prueba irrefutable la afirmación del abuelo sin conocer su lucidez mental?”  En mis elucubraciones pienso cual es el valor que se le otorga a esos testigos de oídas si en la facultad de derecho me enseñaron que la valoración de un testimonio de oídas deberá realizarla el juez de manera conjunta con los demás elementos probatorios que hubieren sido oportuna y regularmente acopiados en el proceso. Como dice el autor del libro, hay mucho más que decir, por eso, les aseguro que esto: continuará.

COLOFÓN:  Parece que nuestro representante a la cámara Ape Cuello puede llegar al coma diabético con la mermelada que está recibiendo, ahora se dicen que ya tiene ministra.

Por: Jorge Naín Ruiz Ditta

Categories: Columnista
Jorge Nain Ruiz Ditta: