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Oda a Rita Fernández Padilla

Rita es una amante de la música y la poesía. La vida en el arte es un despertar, y se despierta mediante la creación por las fuerzas de las impresiones maravillosas. Las imágenes de la sinfonía azul del mar y los ritornelos del viento en el tropezar de las olas, la cautivaron desde su infancia.

Las contemplaciones azules del mar y de la lejanía azul del cielo, pincelaron las páginas de su memoria. Hay un misterio en el color azul, es fresco, y relajante, y en la antigüedad se le asociaba con el infinito, la inmortalidad, la realeza y lo sagrado. El azul está presente en muchas de sus canciones, el Romance Vallenato, que escribe con su primo Alonso Fernández Oñate: Cantole a la sierra/ azul en su lejanía… En la “Grandeza de mi Dios”, dice: El cielo se viste de azul/ se siente fresca la mañana… En el fondo de ese azul está la poesía, que es la lengua materna de la raza humana, y cuando el ser humano descubre la voz de su alma el corazón comienza a cantar.

Sombra Perdida, una canción que inicia con un interrogante ¿Qué fuiste tú para mí? Un grito que se ahogó en la distancia /un sol que murió con la tarde…Hoy solo eres sombra perdida/, y las sombras pasan y se olvida. En estos versos se denota el halo romántico: el corazón habla con la magia del amor y del olvido; de la luz y de la sombra, del tiempo y la nostalgia.

Su Romance de San Andrés, es una evocación de su infancia por el mar en Santa Marta, y es ella la poeta soñadora, que se transforma en gaviota: Lejos se ve una gaviota/ casi perdida en la altura/ del cielo de San Andrés… Finaliza esta canción con una imagen poética, estremecedora de exquisita belleza: dice que San Andrés es: Una esmeralda entre palmas/ que se cayó en el Caribe/ donde el amor se revive/ porque ahí respira el alma.

El Himno a Valledupar, es una excelsa obra, donde se comprueba que la musicalidad en la poesía no es la rima, es el ritmo y los juegos fónicos de los acentos. Quien haga una obra en este estilo, es porque tiene talento y fundamentación musical, Rita desde niña recibe clases de piano de su madre y después estudia en la Escuela de Bellas Artes de Santa Marta.

Rita ha recibido condecoraciones del Senado de la Republica, la Gobernación del Cesar, la Alcaldía de Valledupar y de Santa Marta, y de Sayco; pero el gran homenaje se lo deben hacer las mujeres artistas de la música vallenata. Respetuosamente las invito a analizar en detalle las letras de sus canciones, donde ella compone y canta los versos que nacen del hontanar del alma. Para que una mujer sienta y viva con estética emocional cuando le canta al amor o al desamor, debo hacerlo desde su óptica de mujer, con versos de ellas para ellos, porque el yo poético debe tener afinidad con quien interpreta la canción.

Por José Atuesta Mindiola 

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