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Columnista - 23 octubre, 2018

Oda a Rita Fernández Padilla

Rita es una amante de la música y la poesía. La vida en el arte es un despertar, y se despierta mediante la creación por las fuerzas de las impresiones maravillosas. Las imágenes de la sinfonía azul del mar y los ritornelos del viento en el tropezar de las olas, la cautivaron desde su infancia. […]

Rita es una amante de la música y la poesía. La vida en el arte es un despertar, y se despierta mediante la creación por las fuerzas de las impresiones maravillosas. Las imágenes de la sinfonía azul del mar y los ritornelos del viento en el tropezar de las olas, la cautivaron desde su infancia.

Las contemplaciones azules del mar y de la lejanía azul del cielo, pincelaron las páginas de su memoria. Hay un misterio en el color azul, es fresco, y relajante, y en la antigüedad se le asociaba con el infinito, la inmortalidad, la realeza y lo sagrado. El azul está presente en muchas de sus canciones, el Romance Vallenato, que escribe con su primo Alonso Fernández Oñate: Cantole a la sierra/ azul en su lejanía… En la “Grandeza de mi Dios”, dice: El cielo se viste de azul/ se siente fresca la mañana… En el fondo de ese azul está la poesía, que es la lengua materna de la raza humana, y cuando el ser humano descubre la voz de su alma el corazón comienza a cantar.

Sombra Perdida, una canción que inicia con un interrogante ¿Qué fuiste tú para mí? Un grito que se ahogó en la distancia /un sol que murió con la tarde…Hoy solo eres sombra perdida/, y las sombras pasan y se olvida. En estos versos se denota el halo romántico: el corazón habla con la magia del amor y del olvido; de la luz y de la sombra, del tiempo y la nostalgia.

Su Romance de San Andrés, es una evocación de su infancia por el mar en Santa Marta, y es ella la poeta soñadora, que se transforma en gaviota: Lejos se ve una gaviota/ casi perdida en la altura/ del cielo de San Andrés… Finaliza esta canción con una imagen poética, estremecedora de exquisita belleza: dice que San Andrés es: Una esmeralda entre palmas/ que se cayó en el Caribe/ donde el amor se revive/ porque ahí respira el alma.

El Himno a Valledupar, es una excelsa obra, donde se comprueba que la musicalidad en la poesía no es la rima, es el ritmo y los juegos fónicos de los acentos. Quien haga una obra en este estilo, es porque tiene talento y fundamentación musical, Rita desde niña recibe clases de piano de su madre y después estudia en la Escuela de Bellas Artes de Santa Marta.

Rita ha recibido condecoraciones del Senado de la Republica, la Gobernación del Cesar, la Alcaldía de Valledupar y de Santa Marta, y de Sayco; pero el gran homenaje se lo deben hacer las mujeres artistas de la música vallenata. Respetuosamente las invito a analizar en detalle las letras de sus canciones, donde ella compone y canta los versos que nacen del hontanar del alma. Para que una mujer sienta y viva con estética emocional cuando le canta al amor o al desamor, debo hacerlo desde su óptica de mujer, con versos de ellas para ellos, porque el yo poético debe tener afinidad con quien interpreta la canción.

Por José Atuesta Mindiola 

Columnista
23 octubre, 2018

Oda a Rita Fernández Padilla

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

Rita es una amante de la música y la poesía. La vida en el arte es un despertar, y se despierta mediante la creación por las fuerzas de las impresiones maravillosas. Las imágenes de la sinfonía azul del mar y los ritornelos del viento en el tropezar de las olas, la cautivaron desde su infancia. […]


Rita es una amante de la música y la poesía. La vida en el arte es un despertar, y se despierta mediante la creación por las fuerzas de las impresiones maravillosas. Las imágenes de la sinfonía azul del mar y los ritornelos del viento en el tropezar de las olas, la cautivaron desde su infancia.

Las contemplaciones azules del mar y de la lejanía azul del cielo, pincelaron las páginas de su memoria. Hay un misterio en el color azul, es fresco, y relajante, y en la antigüedad se le asociaba con el infinito, la inmortalidad, la realeza y lo sagrado. El azul está presente en muchas de sus canciones, el Romance Vallenato, que escribe con su primo Alonso Fernández Oñate: Cantole a la sierra/ azul en su lejanía… En la “Grandeza de mi Dios”, dice: El cielo se viste de azul/ se siente fresca la mañana… En el fondo de ese azul está la poesía, que es la lengua materna de la raza humana, y cuando el ser humano descubre la voz de su alma el corazón comienza a cantar.

Sombra Perdida, una canción que inicia con un interrogante ¿Qué fuiste tú para mí? Un grito que se ahogó en la distancia /un sol que murió con la tarde…Hoy solo eres sombra perdida/, y las sombras pasan y se olvida. En estos versos se denota el halo romántico: el corazón habla con la magia del amor y del olvido; de la luz y de la sombra, del tiempo y la nostalgia.

Su Romance de San Andrés, es una evocación de su infancia por el mar en Santa Marta, y es ella la poeta soñadora, que se transforma en gaviota: Lejos se ve una gaviota/ casi perdida en la altura/ del cielo de San Andrés… Finaliza esta canción con una imagen poética, estremecedora de exquisita belleza: dice que San Andrés es: Una esmeralda entre palmas/ que se cayó en el Caribe/ donde el amor se revive/ porque ahí respira el alma.

El Himno a Valledupar, es una excelsa obra, donde se comprueba que la musicalidad en la poesía no es la rima, es el ritmo y los juegos fónicos de los acentos. Quien haga una obra en este estilo, es porque tiene talento y fundamentación musical, Rita desde niña recibe clases de piano de su madre y después estudia en la Escuela de Bellas Artes de Santa Marta.

Rita ha recibido condecoraciones del Senado de la Republica, la Gobernación del Cesar, la Alcaldía de Valledupar y de Santa Marta, y de Sayco; pero el gran homenaje se lo deben hacer las mujeres artistas de la música vallenata. Respetuosamente las invito a analizar en detalle las letras de sus canciones, donde ella compone y canta los versos que nacen del hontanar del alma. Para que una mujer sienta y viva con estética emocional cuando le canta al amor o al desamor, debo hacerlo desde su óptica de mujer, con versos de ellas para ellos, porque el yo poético debe tener afinidad con quien interpreta la canción.

Por José Atuesta Mindiola