No hay cabida para más conflictos en la Serranía del Perijá, un territorio propicio para todas las actividades agropecuarias, pero que históricamente ha sido escenario de confrontaciones entre diferentes grupos armados, donde ahora el Estado debe actuar para frenar la disputa entre los indígenas yukpas y campesinos.
La serranía ha sido afectada por varias etapas de la violencia. La primera inició desde la invasión española hasta el final de la década de 1970 con la bonanza marimbera. La segunda, fue de los años 80, cuando llegaron los grupos guerrilleros, hasta el año 1997 con el ingreso de los paramilitares.
En la actualidad hay otro tipo de conflictos, como lo fue la reciente quema de una finca y ataque con flechas a los trabajadores del predio ubicado en zona rural del municipio de Codazzi. El caso registrado la semana anterior debe ser un campanazo de alerta para que las autoridades entren a revisar un problema que no es nuevo y al que no se le ha prestado la debida atención.
El Ministerio del Interior debe ayudar a resolver el tema con las autoridades indígenas, aunque estas el pasado lunes trataron de justificar el ataque explicando que se trató de un pequeño grupo que actuó en retaliación por el aparente envenenamiento de dos niños yukpas que bebieron agua de una fuente contaminada con herbicidas del hato ganadero. No hay justificación para la guerra, se equivocaron, no pueden seguir argumentando que su idiosincrasia es beligerante, porque el diálogo siempre es el mejor camino para solucionar los conflictos.
Sin embargo, entendemos la problemática de la comunidad indígena que ha quedado confinada en diferentes zonas de su territorio, la Serranía de Perijá, al no poder desplazarse con libertad y ejercer sus prácticas tradicionales: recolección, caza y la pesca. Cuando los nativos bajan a cazar y matan los animales de corral inicia la confrontación con los campesinos que con el pasar de los años están colonizando más hacia la parte alta de las montañas.
Aunque la mayoría de yukpas están confinados en su territorio ancestral, hay un considerable número de familias que han salido de resguardos, como Iroka- en el municipio de Codazzi- por falta de tierras, desplazándose a los cascos urbanos de diferentes municipios, dejando de vivir su cultura ancestral y adoptando culturas ajenas.
Las Farc y el Eln intentaron infundir sus ideales en el pueblo yukpa, presentaron su proyecto político e intentaron reclutar indígenas para su lucha armada, pero estos los enfrentaron haciendo respetar su territorio y para ello fue clave el trabajo de los Yuwatpu (ancianos, líderes espirituales) que concientizaron a los más jóvenes de que no participaran en una guerra ajena. Ni siquiera les permitían enfilarse en el Ejército Nacional.
Por lo antes mencionado, esperamos que los Yuwatpu cumplan con su rol de sabios y ayuden a que no haya más guerra en la serranía y mucho menos con sus vecinos, los campesinos.