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No es capricho el decrecimiento económico

En un mundo conducido por la mentalidad del dinero la vida se valora por el brillo del metal, sin detenernos a pensar que la única fórmula de juicio racional y coherente capaz de parar el calentamiento global es la transición energética.

Sin embargo, los más escépticos se preguntan: ¿Y sin economía extractiva (carbón, petróleo, metales y minerales), de qué viviría Colombia?

La respuesta la encontramos en el viejo adagio: ¿Y cuándo burro no moría, gallinazo qué comía? ¿Antes de los combustibles fósiles, de qué vivíamos? Entendible, son enemigos jurados de este proceso los doctorados en inmediatez: “Abundancia hoy, pero escasez mañana”. 

Y aprovecho mi columna de los miércoles, por el diario EL PILÓN, para contextualizar la reflexión de vida del presidente de la República, Gustavo Petro: “No entiendo cómo en las facultades de Comunicación Social no se esté enseñando el gran debate del mundo de hoy: la crisis climática y la creencia absurda de crecimiento lineal en un planeta finito”, trinó el jefe de Estado, previendo de que la vida tiene fecha de caducidad.

La economía es un acelerador de la entropía, es decir, de la degradación energética. Las teorías del “decrecimiento” surgen de uno de los mejores economistas del mundo: Nicholas Georgescu-Roegen.

No es que entonces dejemos de comer o de vestir, sino que la economía debe desacelerar sus ramas más depredadoras, la de mayor aceleración antrópica, y acomodar los tiempos del crecimiento al equilibrio de la vida en el planeta. Es una economía para la vida”, replicó el Jefe de Estado.

Entre tanto los científicos predicen que el calentamiento global acabará con la humanidad, perplejos porque granizos de 10 cm de diámetro, un auténtico bombardeo de hielo en la costa de Girona (España), muertes, decenas de heridos, cosechas arruinadas y un mar mediterráneo registrando 30 grados de temperatura del agua, tormentas y granizadas devastadoras y eventos extremos, tienen un costo que no podemos pagar.

Destruir a la naturaleza, ignorar a la ciencia y seguir calentando el planeta marca dos escenarios: llevar a cabo el experimento más peligroso e irresponsable calentando el planeta más allá de los puntos de inflexión, o convertirnos en la generación  que relegó los combustibles fósiles a los libros de historia, que regeneró la naturaleza y la biodiversidad que nos sostiene, y que construyó economías sostenibles y justas alcanzando finalmente el más alto objetivo al que puede aspirar un ser humano: entregarle a sus hijos un planeta mejor que el que recibió de sus padres. Esa y no otra es la decisión más importante, jamás tomada. Estamos en la década clave. ¿Qué elegimos?

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Miguel Aroca Yepez: