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Movilidad en Valledupar, un problema estructural


Por Luis Napoleón de Armas P.

nadarpe@gmail.com


Hay problemas que afectan  a unos pero no a todos; pero hay otros que afectan a todos, sin distingos de clases, oficios o si tiene o no medios de transporte: es la movilidad, un problema estructural que se comporta como una enfermedad. Valledupar fue concebida para desplazarse en el sentido sur-norte y por eso sus avenidas se hicieron en forma paralela con esa orientación como si la ciudad se comportara como un río; su crecimiento fue previsto en esa longitud pese a que el Guatapurí y el Cesar acotaban por el norte y por el sur; los planificadores urbanos de la ciudad nunca pensaron en el desarrollo que tendría la ciudad hacia el occidente, no obstante ser su topografía una invitación a construir en esa latitud. Con el impacto de la minería, surgió la burbuja de la construcción y tocó echarle mano al sector noroccidental de la ciudad sin que mediaran las vías rápidas de movilidad, y hoy, el cuello de botella está creado.

Casi no tenemos vías transversales oriente-occidente y de esas proyecciones nadie se volvió a acordar; la continuación, en doble calzada, de la avenida Sierra Nevada quedó en suspenso; el acceso a las urbanizaciones del sector se volvió crítico; esa vía parece el callejón de las Termópilas, en el cual cada vehículo parece una flecha; otra circunvalación concéntrica con esta, que pasaría detrás de don Alberto y el batallón La Popa, de ella casi nadie sabe; la avenida de Los estudiantes, que parte por el norte del Inspecam, muere lánguidamente en Garupal. En cambio, se construyeron algunas doble calzadas subutilizadas como la que pasa frente al ICA, uniendo las avenidas séptima y doce; igual ocurre con otra paralela a esta.

Un sistema de movilidad jamás podrá funcionar con eficacia mientras no exista racionalidad en sus vías; carecemos de distribuidores cuyo fin es agilizar el transporte; estos pueden ser puentes elevados o glorietas con suficiente diámetro de circulación; algunas vías sur-norte deben completarse en dobles calzadas, como la carrera cuarta; quien tenga el arrojo de hacerlo se llenará de gloria; esta es una vía muy importante porque completaría un anillo vial de grande impacto; es frecuente el parqueo en las doble calzadas, comprando frutas sin que los conductores arbitrarios se den cuenta de que el semáforo ha cambiado a verde; una doble calzada debe ser una vía rápida en la cual la única pausa la dé el semáforo. La mala utilización del pito debe controlarse; el pito atenta contra la salud y la tranquilidad de los circundantes.

La carrera novena, al norte de la calle doce, que es de doble vía, es también lugar de parqueo, en especial, frente a Corpocesar y Gases del Caribe; no hay derecho. La semaforización de la ciudad debe continuar, sobre todo en los lugares críticos en los cuales, diariamente, hay accidentes; se deben vigilar los cruces para los cuales cada quien debe transitar por el canal adecuado; los motorizados no respetan las luces de cruces, siguen adelante. Sin estos elementos mínimos, no es posible poner a funcionar un sistema de transporte, que necesita cuatro elementos básicos: las infraestructuras vial y automotriz, una normatividad eficaz y el civismo de la gente.

Adenda. En estos momentos se enfrentan dos tesis administrativas acerca de si se construye un centro de convenciones o se hace una glorieta en el sitio donde funcionó la “zona de carreteras”. La pregunta es: ¿Cuál es prioridad es dominante? Sobre esto recuerdo que hace unos años, la arquitecta Anni Marshall diseñó un anteproyecto con ambas posibilidades. Valdría la pena mirarlo. 

 

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