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Mis amigos me recordarán, un día muy triste

Recurrir a Gustavo Gutiérrez y Daniel Celedón  es casi que por llevarte la contraria. Así nos pasamos la vida, tan contrarios y tan juntos. Cuando decido hacer estas letras me duele el alma, porque al fin y al cabo nuestras almas tienen aún una conexión infinita.

Jamás pensé acompañarte a tu morada final, si a eso puede llamarse acompañar. Tristeza, llantos, recuerdos del camino y llegando a tu pueblo el cerro donde subías en tiempos de escuela primaria, otros de tus cuentos que nunca creímos a pesar de los testigos que buscabas para convencernos.

No me sorprende para nada cuanta gente te quiere y te recordará, con ellos y con todos pasaste tus días por esta tierra, cuyos caminos aprendieron tu voz y tus sueños, algunos cumplidos, otros iniciados, algunos soñados como tantas cosas que no hacemos, pero hasta el final las llevamos en nuestros planes como si fuéramos a vivir siglos. La vida es una brizna en las manos de Dios. De usted, querido compadre, aprendí esa frase, siempre que partía alguno de los tantos seres que tuvieron su  amistad y cariño, siempre fue desbordante, sincera, plena.

Me quedan cien mil recuerdos, mil alegrías, mil sonrisas, mil historias, algunas tan nuestras que cuesta creerlas, y ahora me toca convencerlos solo, cuando no ha sido mi habilidad. Radio Reloj, tiempos de Cañaguate, Radio Guatapurí, sus cosas en Bogotá sin conocerla, aquellas amigas que compartieron momentos en tantas fiestas, carnavales, ríos y pueblos aquellos amigos que siempre encontramos y que siguieron siéndolo desde el primer encuentro, como si la vida estuviera esperándolos.

Ya me toca recordarte desde el principio en el Insmtpecam con tu bata caqui, junto a ‘Chuni’ Palmera, siempre cuidando el afro redondo y coqueto que usted usaba en aquellos años mozos, y Palmera con el único fin de dañárselo; hoy allá, en el infinito, al fin pueden ponerse de acuerdo. Desde el lunes al recreo usted me esperaba, siempre dijo que lo que hoy llaman bulling escolar, usted lo inició conmigo donde Franco, el de las avenas, desde entonces nuestros destinos fueron así, alimentados con la mejor sencillez y honradez del mundo.

Ya será imposible, y hasta el último minuto de mi vida, olvidarlo, esa vaina de ser amigos distintos, sin intereses, sin envidias, sin comercios, lo aprendí con usted, luego repartimos cursos gratuitos a una generación que aprendió a mirarnos juntos y a querernos diferentes, siempre a usted más que a mí, y tienen mil razones para ello, yo incluso con eso, sigo orgulloso, usted siempre mereció más.

Me duele todo sin saber dónde, volver a pasar por tantos lugares, calles, barrios, recuerdos, estaré a su sombra. Bien sabe su familia y la mía cuánto nos quisimos, y la mía siempre lo quiso más que a mí, algo natural en los mejores seres, no se preocupe que todos  tienen razón.

Anda, compadre, nos  dejó solo, pero no se coma ese cuento. Sus hermanos de Bololó, sus colegas que tanto lo quisieron llevarán lo mejor de usted, su ejemplo y solidaridad. Y un día muy triste ya no escucharán mi voz, decía Daniel Celedón, y remataba Gustavo Gutiérrez diciendo mis amigos me recordarán. Déjeme otra vez llevarle la contraria con Maná, te lloré un río, o mejor, muchos ríos compadre del centro de mi corazón, William Francisco Rosado Rincones…

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