Habitualmente en Colombia todos los temas son sometidos a la controversia, por estos lados la vida y la muerte no lucen antagónicas y el imperativo de justicia reflejada en los barrotes de una celda surge como una exigencia que no comprende lo resuelto en un acuerdo de paz. Tragarnos el sapo del acuerdo de paz sigue sin hacer el proceso digestivo, ese atorado todavía nos ahoga, debido a su protagonismo en la escena de la natural confrontación de la actividad política.
Como era de esperarse, el proceso de vacunación contra el covid-19 también entró en la dinámica del debate y la controversia política. Los elementos vinculados en la confrontación están relacionados con el innegable flagelo de la corrupción, sospecha del uso y destino de la vacuna para fines electoreros, priorización de acceso a la vacuna por capacidad económica y segregación por asuntos de carácter ideológico. Esto produce la tierrita.
Entre nosotros primero surgen el debate político y la consuetudinaria sospecha de que algo turbio puede suceder, en contraste, son secundarios los signos esperanzadores de las vacunas contra el covid-19, este proceder confirma la inestabilidad mundial generada por la aparición de la pandemia, exacerbada por el riesgo y fricciones geopolíticas que incluso amenazan con abrir heridas del pasado.
Panel de expertos desarrollado por el Foro Económico Mundial, concluyó que las vacunas han sido comparadas con los activos militares por su capacidad para reforzar el poder y la influencia de un país, y existe la preocupación de que las desigualdades mundiales se acentúen cada vez más, ya que las economías en desarrollo no forman parte de la primera ronda de distribución de vacunas y tienen limitaciones fiscales para responder a las crisis económicas.
El año pasado, el secretario General de la ONU, Antonio Guterres, dijo que el mundo había “fracasado esencialmente” en lo que respecta a la “cooperación, unidad y solidaridad”. Ese mismo contexto suscita el debate político en Colombia, el proceso de recepción y vacunación ha sido calificado como show y parafernalia; probablemente, ignorando, primero, los aspectos protocolarios y la seguridad que requiere el proceso, y segundo, las carencias de nuestra economía que ejerce limitaciones para comprar grandes cantidades de dosis, y las condiciones impuestas por el nacionalismo de vacunas en detrimento de la cooperación que instituido por el multilateralismo.
En medio de la fractura hay señales de que los líderes mundiales están explorando acuerdos multilaterales, plantando las semillas de la cooperación en un nuevo contexto geopolítico que fomente la asociación. Esta propuesta -un llamamiento a la afirmación del multilateralismo- puede parecer una prescripción débil, dado el alcance de lo que aflige al cuerpo geopolítico, pero su relativa facilidad de aplicación es precisamente la cuestión.
Aunque las vacunas conciben signos de esperanza, no significa que las autoridades correspondientes deshabiliten los canales para que los ciudadanos denuncien cualquier tipo de práctica criminal, tampoco debe inhibirse el debate político, pero es inadecuado fomentar la desinformación, la situación amerita trabajo interinstitucional, cooperación y entendimiento, porque la crítica desmedida no advierte que el denominado protagonismo se convierte en un arma de doble filo para el ejecutor del proceso. Ojalá todo salga bien y logremos en Colombia la inmunidad de rebaño.