Insisto. Estamos atravesando un período histórico. Es la oportunidad para gestar grandes cambios aunque apenas lo notemos, bien sea por incidencias internas, como los distintos casos de corrupción o el pesimismo, o externas, como el grave problema en Venezuela. Es cierto, el ambiente está enrarecido y a muchos les conviene que así sea, es decir, que nos distraigamos mientras ellos continúan recogiendo firmas de la multitud aturdida, organizando almuerzos de negocios electorales o moviendo las últimas fichas para mantenerse en el poder como en un gran juego, y es que la política es un juego de ajedrez donde los peones tenemos que poner el pecho a los impuestos, la inseguridad o la guerra para proteger a los reyes con sus torres y caballos.
En noviembre de 2016, el exalcalde de Cartagena, Manuel Vicente Duque, conocido en el mundo político como ‘Manolo’, hoy caído en desgracia, preguntó con su desparpajo característico ¿Para qué le sirve la filosofía a un muchacho pobre?
Este debate acerca de la utilidad de la filosofía se viene dando a nivel internacional desde hace un tiempo, especialmente en Europa, pues algunos sectores pretenden extirparla de las aulas de clase, tal como lo hicieron con la Religión. Es fácil atacar lo que no se conoce.
En los primeros años de formación, a los estudiantes se les repite, una y otra vez, casi como un mantra, que la filosofía es el amor por la sabiduría que se gestó en la Grecia Antigua; luego se les entregan montones de reseñas, nombres y frases que deben aprenderse de memoria. Este método, que concibe al estudiante como una tabula rasa en la que deben grabarse los datos y luego vomitarlos cuando se le exija, podría ser la causa de la hecatombe del sistema educativo actual ya que desconoce que cada ser humano es un cosmos, con una manera de aprehender distinta y ubicado en un circunstancia social determinada que le determina.
Necesitamos herramientas útiles en la penosa tarea de interpretar la realidad y que mejor instrumento que un espíritu crítico, el cual nos permite tomar decisiones inteligentes al momento de ir a las urnas y no continuar votando por los mismos o las mismas; nos ayuda a descubrir los argumentos débiles o falsos que a diario recibimos en publicidad engañosa o discursos politicamente correctos; y forma nuestra conciencia para que esta nos oriente hacia la búsqueda del Bien.
La Filosofía no nos hace perfectos pero tampoco permite que nos metan los dedos en la boca exigiéndonos pensar por nosotros mismos, no en cuerpo ajeno. Tanto así que si le préstaramos un poco más de atención a las reflexiones filósoficas hace tiempo hubiesemos salido del desconcierto en el que estamos, a merced de una clase dirigente corrupta cuyos miembros van heredándose el poder. Caminaríamos sobre hombros de gigantes.
Los políticos colombianos del siglo XXI ya no escriben sus discursos y los proyectos los copian de internet, baste recordar que hubo un honorable congresista de cuyo nombre no quiero acordarme que presentó un proyecto extraído de una página llamada “El Rincón del Vago”.
En la actualidad, gracias al lente mercantil, es más importante la tecnología que las humanidades, cuando la solución de nuestros problemas está en la humanización.
Estoy convencido de que si ‘Manolo’ hubiera leído algo de Filosofía en sus años juveniles, hoy su historia sería distinta.
Por Carlos Luis Liñán Pitre