La transformación de la educación, hoy inmersa en la pandemia, es una necesidad y cobra vigencia replantear el modelo y la pedagogía de las instituciones. Uno de los cambios suscitados es que se cambió el aula de clases, como registró EL PILÓN en su edición especial del pasado 27 de abril.
Antes de la pandemia todos los gobiernos que se podían sentir orgullosos exhibían como galardón que la mayor parte de su presupuesto se dedicaba a la educación por encima de rubros como la misma salud, hoy tan vital. Hace 3 años el gobierno de Santos se preció de que ese rubro había estado por encima también del sector defensa, un hecho especial en una Colombia en violencia.
Se parte del consenso de que una población educada es tan importante que incluso puede prevenir, cuidarse y desarrollar hábitos saludables. Una prueba para la gente serán estos días de flexibilización de la cuarentena y la apertura de puertas.
Pero veamos estos desafíos por haberse ido para sus casas abruptamente estudiantes y profesores. Los elementos del debate están relacionados con la pertinencia al impartir y recibir conocimiento de manera no presencial; la cobertura y acceso a la tecnología, bastante desigual entre lo urbano y lo rural, los ricos y los pobres; los costos y calidad educativa presencial vs. la no presencial; desde luego, no lo podremos abarcar todo, ni un universo amplio como quisiéramos, pero nos daremos a la tarea de consultar con expertos en los próximos días.
Es innegable un cambio, pero no se sabe hacia dónde se incline la forma de impartir y recibir conocimiento en un nuevo modelo que empieza a demandar más dispositivos electrónicos, capacidad técnica y acceso tecnológico para sectores mayoritarios. Además, la situación planteada desnuda un cambio en la relación entre el docente y el estudiante. Por otro lado, el desafío para las matrículas va a ser grande.
Por ejemplo, ¿un padre estaría dispuesto a pagar por la educación de su hijo la misma cantidad de dinero? Ante una economía afectada, donde la matrícula (la universitaria digamos) no será precisamente una prioridad de los consumos de los hogares. En ese sentido, ¿qué va a hacer la academia frente a esta realidad? ¿Se van a bajar los costos, gracias a la digitalización y conexión? ¿Se disminuirá la inversión en infraestructura y auditorios?
O definitivamente, pasado el virus, el estudiante exigirá el aula tradicional, el contacto directo, el abrazo de compañeros, el juego en el campo, la fiesta infantil o juvenil del colegio; o la cafetería de la universidad y en general los privilegios del bienestar estudiantil.
¿Qué está haciendo la universidad en la región frente al tema? Hemos visto bastante activa a la Universidad del Área Andina en el campo digital y a su rectora Gelca Gutiérrez Barranco en columna en EL PILÓN anunciando esa apuesta. La Unad, Upc y Nacional, sede de La Paz, también hacen lo propio como lo registró El PILÓN en el especial citado.
Bien vale un debate para un foro, que convocaremos… Abordar también aspectos como la autonomía del estudiante y actualización del docente, la dotación tecnológica, una reingeniería de las instituciones de educación superior, colegios, escuelas, relacionada con la calidad y los costos educativos.