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Los próximos alcaldes de Valledupar

Por Rodrigo López Barros

¿Qué esperarían de los tales la comunidad gobernada? 

Con urgente apremio obras fundamentales, que después de las Alcaldías de Rodolfo Campo y  Aníbal Martínez, sus sucesores no han sido capaces de ejecutar.

Despertaba algunas esperanzas el actual (lo había expresado yo en alguna columna de este periódico), que insistía  en serlo, pero se me dice que mayoritariamente es desaprobado, que las menciones a su favor y las condecoraciones por él recibidas no hacen sino reproducir  aquella realidad según la cual la verdad oficial casi nunca es la verdad verdadera, sino que lo es la verdad vox populi: La inseguridad es inocultable.

Que la administración municipal sufre inercia y no aboca las soluciones de las necesidades prioritarias que apoyen el progreso físico de la ciudad, el cual ha corrido íntegramente por cuenta de las empresas privadas establecidas, y que este hecho negativo desalienta a las que estarían por asentarse.

Que la maya vial de la ciudad está en franco deterioro, sin semáforos suficientes, sin policías regulares haciendo su oficio o de transito que ayuden a la fluidez de éste; los espacios públicos son indebidamente invadidos por vendedores ambulantes; los desarrollos urbanísticos, con pocas excepciones no prevén bahías externas de parqueos; con excepción de 4 glorietas, todas las demás son de uso peligroso por su estrechez; cero interés por una política de instalación de cámaras públicas de seguridad; desinterés por una indispensable avenida circunvalar que desahogue la ciudad.

Y, ¿Qué decir de los padecimientos de los barrios populares y de la población rural que se encuentran bajo la influencia nefasta de los detritus y malos olores de la laguna de oxidación? (apodada unas veces laguna de oxidación y otras, culito de Valledupar, nombre apropiado porque el hedor y la forma curvilínea allí del lugar denominado Puente Salguero), ya que los químicos remediales no se vierten en la planta de tratamiento inexistente, sino directamente a la laguna y las aguas de ésta al rio Cesar, lo cual produce una babaza nauseabunda indigna de la inspiración poética del juglar Rafael Escalona y del eminente médico Leonardo Maya, quienpor aquel sitio presumiblemente tendría que encontrar vadosí la creciente se llevara el puente, para visitar a su amada (vallenato: La Creciente del Cesar). Lo dicho es evidente para todo observador.

¿Habrá un futuro alcalde que de veras se empeñara en resolver los problemas anunciados, y otros. Espero que sí. Por mi parte tengo un candidato, que sería de origen cívico, sobre todo. Poco a poco irá sonando. La primera  letra de su nombre y las últimas de sus apellidos, suenan O.

 

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