La revolucionaria e innovadora expresión audiovisual y documental en videoiconía del cosmorama de Valledupar en abril, la carta de Consuelo Araújo Noguera al médico cardiólogo vallenato, Marcelo Calderón, el vuelo de la guacharaca y la explicación de la simpleza y belleza sintética de la “Leyenda Vallenata” en magistral composición de Víctor Camarillo, plantea un suceso folclórico, geopolítico y cultural.
Es el resumen de lo cotidiano y el acontecer de una comarca que vivencia el Realismo Mágico, movimiento literario hispanoamericano surgido a mediados del siglo 20, caracterizado por la inclusión de elementos fantásticos en la narrativa, con lo que se pretende profundizar en la realidad a través de lo mágico que hay en ella, siendo el nobel de la literatura colombiana, Gabriel García Márquez, uno de sus máximos exponentes.
Desde Ibarra, Ecuador, y para el mundo vallenato, Álvaro Calderón Caldeŕon, escritor, físico, literato y coleccionista universal de variado género musical, pero en especial del latín jazz y la salsa pura, sin perder su esencia terrígena, el nacido en La Paz (Cesar), antiguo Robles, nos lega su brillante pluma y talento para describir lo macondiano.
En el mismo documental destaca a Iván Villazón, el homenajeado, faltando por otorgarle este mismo reconocimiento a tres leyendas vivas del vallenato, en orden generacional: Alberto Fernández Mindiola (El Cantor de la Aldea Nevadina), y precursor de los cantos de Escalona junto a Bovea y sus Vallenatos; Náfer Duran, quien cuenta 92 años, coronado Rey Vallenato y del tono menor, y Alfredo Gutiérrez, de 81, proclamado tres veces Rey Vallenato, tienen sobrados méritos para estar en la gala de homenajeados como juglares.
El homenaje a Iván Villazón conjuga 40 años de vida artística y a la vez lo sitúa en el “Cosmorama Vallenato”, como el más enamorado del folclor, en una tierra que es modelo de patriarcales costumbres con la ambrosía del queque, merengue, chiricana y dulce, el manjar y alimento de los dioses, pero igual prorrumpe desde la inmortalidad el arte de Thalía Calderón (poeta, pintora y bailarina), hija del prolijo académico y exprofesor de la Universidad Popular del Cesar, Álvaro Calderón Calderón.
Videoiconía no es cine, no es video, es didactismo con arte apoyado en el uso intensivo de íconos, soportado por una tecnología contemporánea aparejada al abundante material imaginativo en las redes sociales y en el archivo cultural de las plásticas, hoy descalificado y rescatable para crear un nuevo concepto de comunicarse: el lenguaje videoicónico. Como un pintor pone en el lienzo su obra para poder obtener rescate inventivo y momentos invertidos de desprendible talento desarrollando así el videoiconor, resume el físico de la Universidad del Valle.
Todo el acervo cultural se condensa en el imaginario colectivo universal del género vallenato, personajes y protagonistas que fluyen en este ensayo, pero también le da vida a 8 hermosas mujeres convertidas en cañas de surcos: la guacharaca, la caja y el acordeón, Consuelo, la comarca, remembranza de mi viejo Valledupar, la Leyenda Vallenata y la Carta de Consuelo a Marcelo Calderón.
Los homenajes, aunque pequeños parezcan, reconforman más en vida, que los apoteósicos después de muerto, donde la obra de los tres juglares, independiente de lo comercial, y a la cabeza de Alberto Fernández, por mayoría de edad, oriundo de Atánquez y quien ronda los 97 años, catalogado uno de los hombres más importantes en la historia de la cultura colombiana al llevar este género a su más alta expresión, con residencia en Bogotá hace más de medio siglo, está catalogada en la escala de lo genial como excelsa, porque son dones de Dios para que cada mortal desarrolle su talento en vida y se convierta en figura hasta la sepultura.
Miguel Aroca Yepes.