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Lluvia de bendiciones

Por: Valerio Mejía Araújo

“Si las nubes están llenas de agua, sobre la tierra se derramarán… “   Eclesiastés 11:3

En estos días regresaba a casa vía aérea, y cuando el avión comenzó a descender buscando el aterrizaje, atravesamos unos grandes nubarrones negros que producían angustia y temor; pero el avión con seguridad fue penetrando esas densas nubes, hasta que después de un corto tiempo de turbulencia, vino la calma y apareció la resplandeciente y hermosa Sabana de Bogotá.
Sin importar las circunstancias por las que estemos pasando en este momento, no debemos tener temor de las nubes que hoy oscurecen nuestro cielo.
Es cierto que durante un poco de tiempo pueden ocultar el sol, pero el sol no se extingue, ya que a los pocos momentos vuelve a parecer.
Aquellas nubes negras están llenas de lluvia, y cuanto más negras son, seguramente derramarán grandes aguaceros como los que ocurren en esta época del año en todo el país.
¿Cómo podríamos obtener la lluvia sin que haya nubes? Las turbaciones siempre nos han traído bendiciones y continuaran trayéndolas, son los vehículos portadores de la gracia divina.
Esas nubes negras que rodean nuestras vidas, no tardarán en descender y todo el campo se alegrará con la lluvia que moja la hierba de nuestras relaciones y hace germinar las cosechas de la realización personal y familiar.
Puede que en ocasiones Dios nos haga empapar de aflicción, pero nos renovará y hará germinar con misericordia.
Frecuentemente, las cartas amorosas de Dios vienen en sobres de manila, no en esquelas delicadas. Transporta sus bendiciones en vagones que crujen, pero están cargados de beneficios. Su vara y su cayado producen flores preciosas y frutos nutritivos en nuestras vidas.
Amados amigos lectores, no nos atormentemos por las nubes, sino al contrario, cantemos porque llegarán las lluvias y con ellas veremos reverdecer nuestra tierra árida.
En los días de tribulación y necesidad, el amor de Dios nos cuida y nos cobija. Con los ojos de la fe, podemos ver las nubes descender y mojar con alegría las colinas de nuestras vidas.
Creo que las mejores cosas de la vida proceden del sufrimiento. El trigo se tritura antes de convertirse en pan. El incienso se arroja sobre el fuego para que suelte sus olores. El terreno del campo, hay que cortarlo con el arado cortante y removedor, como preparación para recibir la semilla. Así mismo, es el corazón quebrantado, humilde y expectante el que más agrada a Dios.
Las recompensas más grandes de la vida, son el resultado del sufrimiento. Aquellas cosas que obtenemos con esfuerzo, disciplina y tesón, son las que más valoramos. Aquellas enseñanzas aprendidas en medio de circunstancias de dolor, son las lecciones que nunca olvidaremos.
Antes de recibir la bendición y la confirmación del pacto,  el Patriarca Jacob, tuvo que quedarse solo y luchar con el ángel del Señor hasta que rayaba el alba, inclusive caer con su muslo descoyuntado. Pero, al caer, cayó en los brazos de Dios y de ellos se asió y continuó esperando hasta recibir la bendición.
Caros amigos, si hemos sido llamados para lo mejor y lo más elevado, entonces cada uno de nosotros debe atravesar una cierta hora de crisis y oscuridad. Por eso es que antes de poder aterrizar en la Sabana de Bogotá, debemos atravesar las densas nubes que se forman en los dos mil seiscientos metros de altura.
Igual, si queremos aterrizar en la resplandeciente luz y dirección del Señor, debemos abandonar algo, debemos someternos por completo, tenemos que desistir de nuestra sabiduría y confiar que Dios tiene poder y autoridad para guiarnos y conducirnos hacia las hermosas sabanas de su presencia y relación.
Si hoy estás pasando por alguna prueba, si el ambiente que te rodea es difícil, si vives alguna situación insoportable, si necesitas su ayuda para vencer alguna tentación, si sientes que no posees lo suficiente para obtener la victoria, si nubes negras te producen temor y angustia… ¡No te preocupes, el aterrizaje está cerca! El descenso hacia la sabana ha comenzado y pronto escucharas el chirrido de las llantas tocando tierra.
Cuando tenemos la señal de las nubes cargadas, podemos con seguridad esperar la lluvia. El esperar requiere paciencia. Debemos aprender a esperar la dirección de Dios en todo tiempo. El secreto del poder, consiste en esperar y mantenerse fiel a su guía y dirección.
El secreto para recibir la bendición es saber esperar la lluvia, la temprana y la tardía, plenamente conscientes que antes de la lluvia, vendrán grandes nubarrones.
Finalmente debo decirte: Si estás experimentando negros nubarrones, ¡Vuélvete al Dios de Jacob! Arrójate confiado a sus pies. Refugiarte en sus amantes brazos y espera en la lluvia de la fortaleza de Dios.
La mejor salida de la estreches, es siempre hacia arriba. Y es desde arriba que procede nuestra vindicación. De allí vendrá la lluvia que mojará y humedecerá nuestros corazones y nos hará disfrutar de un seguro puerto desde donde podremos proyectar nuestras vidas hacia el éxito y la realización.
¿Quieres orar? “Querido Dios: Espero la lluvia de bendiciones que las nubes cargadas de tu misericordia traerán para mí y los míos. Gracias por tu amor en Cristo. Amén”
Recuerda: ¡Vienen lluvias…!  Te mando un abrazo en Cristo.

valeriomejia@etb.net.co

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