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Las mujeres en los estados mineros

 Por: Silvia Betancourt Alliegro

@yastao 

 

Las mujeres, llamadas por fuerza biológica a ser las auxiliares de la especie, son la cantera- carne de la que se nutren los ejércitos de hombres que circulan por los territorios castigados con minas, y aseguro que son atormentados puesto que los beneficios (económicos) van a dar solvencia a otras zonas.

Mas la desolación, el latrocinio y la prostitución de la población en la flor de la vida campean en la zona y se arraiga en el quehacer cotidiano la decadencia moral.

La colonización minera es de tal magnitud que en un lustro duplica la población, mas no los servicios públicos, por tanto, en poco tiempo se ven sumidos en  detritus en los que chapalean los niños famélicos que también son carne que compra el hombre para satisfacer sus bajos instintos, con la aquiescencia de sus madres que también practican el ‘oficio’.

En el Código de Minas se hacen acuerdos que prácticamente se remiten a la parte económica; y cuando lo quieren humanizar forzados por las circunstancias sociales de la zona, únicamente mencionan a la población indígena y negra.

Mas no aluden a los campesinos con sus mujeres e hijos, que rápidamente son desalojados de sus tierras, por las buenas o por las malas, y tendremos que tener en cuenta que son la mayoría, que además  son los que le dan piso a la seguridad alimentaria y al patrimonio espiritual aprendido de sus ascendientes producto de la mezcla racial que somos todos.

Si no hay hogares de civiles enraizados, no habrá mujeres que estén dispuestas a ser las columnas sobre los cuales se ha construido el albergue más seguro para la humanidad: el hogar; por tanto, el daño moral será a perpetuidad pues el tiempo no se puede devolver.

Me duele emitir la certera espantosa palabra que denominará a las mujeres de las minas de futuras generaciones bajo un título perverso: prostituta, así no sean todas las que están, caerán dentro del círculo que las circunscribe a un territorio.

Ahora hago unas preguntas que deberán ser contestadas únicamente por las personas nativas de pueblos mineros:

¿De qué manera fluye el dinero entre la población?

¿De qué vive una familia ancestral campesina?

¿Son más temibles los hombres que conducen  tracto mulas o los mineros?

¿Ha mejorado el entorno social y ambiental por las casas que han tenido que construir  para que las habiten los hombres de las minas?

¿Han llegado mujeres de otros territorios a disputarles el derecho al ‘trabajo’?

¿En qué se ha convertido la población local que no se vende?

Hay paliativos. En lo que a mi experiencia se refiere, he visitado la juventud que aglutina el sector educativo en algunos municipios mineros, y vi que aún hay esperanza si el Estado y la Familia actúan en conexión, haciendo seguimiento a cada joven para que se convierta en observador que describa por escrito.

Mínimo una vez a la semana, las maldades del sistema en que se mueve, como también las cosas bellas y dignas de rescatar. Además, fomentar las charlas con los ancianos, que son los recipientes en los que reposa la memoria colectiva, para incentivar el ansia de investigación para la recuperación de la dignidad por parte de la población en formación, que será la que podrá cambiar la historia.

 

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