Hoy, el Congreso de la República tiene en sus manos la refrendación del nuevo acuerdo de paz con las Farc. Se espera que en la presente semana finalice este trámite y empezarán a correr los 150 días para que la guerrilla deje de existir, por fin, como grupo armado y se reintegren a la vida civil para hacer política sin armas y empezar así el desminado a nivel nacional para que los campos colombianos dejen de ser trampas mortales.
De esta manera, podremos sembrar en el futuro esperanzas ciertas sin llantos de niños y sin mutilaciones físicas ni mentales. En los primeros días de diciembre se iniciará el movimiento de las Farc hacia las zonas veredales transitorias con la obligatoria y calificada supervisión internacional. En seis meses se debe dar por terminado todo el proceso con el gran salto de la guerrilla a la política legal y civilizada.
Se estima que el Congreso la dará vía libre a la refrendación del nuevo acuerdo en los próximos días y así estaremos abriendo puertas para entrar en una sociedad civilizada menos violenta y más tolerante. Todo lo anterior estará enmarcado en enormes dificultades de trámites legales, mezquindades, pasiones personales y desmedidas ambiciones partidistas que atomizadas y expectantes buscarán la oportunidad de pescar en río revuelto. El camino estará lleno de afiladas espinas, pero si realmente queremos avanzar tenemos que dejar atrás los resentimientos, los odios y las venganzas sin sentido.
Los colombianos merecemos la oportunidad de convertir este sueño en realidad. Esperamos que las discusiones en las Cámaras sean con las palabras y no a tiros en el monte. El debate será áspero y arduo, pero debemos buscar consensos y espacios suficientes de entendimiento para reconciliarnos y aprovechar las nuevas oportunidades de progreso y crecimiento económico que se avecinan. No podemos olvidar que la vida es sagrada y que el país está por encima de los intereses políticos. Igualmente, tenemos que entender que toda guerra es una derrota.
Lo más importante y la parte central de este proceso son las víctimas directas de la guerra a quienes tenemos que devolverles su identidad y dignificar su memoria. Los colombianos debemos tener muy claro que el Congreso es idóneo, tiene toda la legitimidad en representación del pueblo y necesita más que nunca sentir el respaldo y el apoyo necesario para realizar la histórica tarea de refrendar el acuerdo de paz y definir el marco legal que permita hacerlo efectivo. Es la mejor oportunidad histórica que tienen nuestros voceros para mejorar su deteriorada imagen.
A pesar de todas las dificultades y polarizaciones, el país debe estar preparado para responder con grandeza a este enorme desafío. El momento es ahora. Además, es imperativo actuar con altura, sensatez y el criterio suficiente para dimensionar todo lo que está en juego. ¡No más dilaciones porque Colombia no puede ser un país en transición!