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La verbena mariangolera

A 49 kilómetros del casco urbano de Valledupar, hacia el suroccidente, está ubicado Mariangola, el corregimiento más grande de la capital del Cesar, con aproximadamente 8 mil habitantes. Se trata de un pueblo de gente amable y acogedora, que este fin de semana conmemora sus fiestas patronales del Santo Cristo, con actividades religiosas, culturales y deportivas.  

La fiesta al Santo Cristo se remonta a finales del siglo XIX, con una tradición familiar netamente religiosa que consistía en la velación a una imagen del Santo Cristo y hoy es una costumbre que se mantiene en el pueblo. En sus inicios, la celebración no contaba con iglesia ni mucho menos con sacerdote, pero se fue popularizando y luego se le incorporaron las jornadas amenizadas por los músicos de la región. 

La primera procesión del Santo Cristo la organizó Juana Mindiola en 1956, acto que se repite todos los años y este no será la excepción. Además hay misas solemnes, que luego le dan paso a las fiestas de acordeones y los picós. Este fin de semana se realizará un encuentro de compositores para destacar la historia musical del territorio que ha parido buenos acordeoneros, reyes vallenatos, como los de la dinastía Granados.  

Mariangola (cuyo nombre fue tomado de un arbusto de flores blancas, de ramas delgadas y flexibles, que utilizaban los vaqueros como fustas para los caballos) era un caserío conformado por jornaleros de varias fincas algodoneras, ganaderas y arroceras, donde la gente fue encontrando un buen vividero y por su crecimiento acelerado en 1958 se convirtió en corregimiento.

Un pueblo con una linda historia, pero que hoy vive una cruel realidad; no hay casi fuentes de trabajo, la labor del campo ha menguado y la gente se rebusca vendiendo tinto, animales silvestres o cualquier producto comestible en las orillas de vía a Bosconia.  

Pese a la riqueza agropecuaria del territorio, los cultivos de pancoger son pocos y la mayoría de las tierras están en poder de los grandes hacendados; no hay pequeños emprendedores del campo, sino jornaleros. 

Sin embargo, hay mariangoleros que a través de la música o de su formación profesional han logrado sobresalir en el ámbito regional y nacional, encontraron en la cultura y en la educación el camino para no quedarse varados en un pueblo lleno de necesidades básicas insatisfechas.  

Mariangola requiere más inversión, pero no hablamos de parques, sino de centros culturales que promuevan los talentos, que alejen a los jóvenes de las cantinas y billares que son los lugares más frecuentados en el pueblo. 

Es inconcebible que con tantos años de historia, el agua del río Mariangola todavía llegue a los hogares sin ningún tipo de tratamiento, exponiendo a los habitantes de este corregimiento a enfermedades gastrointestinales. Como si fuera poco, el  alcantarillado es otra deuda pendiente, las aguas residuales corren por las calles al colapsar los manjoles y el servicio en el puesto de salud no es el más adecuado. 

Esperamos que en estos días de fiesta los mariangoleros disfruten en paz y sana convivencia, pero sobre todo que los gobernantes le den una mirada al pueblo para que hagan inversiones efectivas, que mejoren sus condiciones de vida. 

Categories: Editorial
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