José Benito Peña, un pescador del corregimiento de Saloa, perteneciente al municipio de Chimichagua, ha dedicado a la pesca en la ciénaga de la Zapatosa los últimos 30 años de su vida, labor que heredó de su padre.
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Peña relató que durante esta pandemia han tenido un doble ‘sufrimiento’. Primero, el no poder trabajar para evitar el contagio del covid-19 y, segundo, cuando deciden hacerlo en busca del sustento diario, la tarulla ‘tapona’ el complejo cenagoso impidiendo no solo la pesca sino la navegabilidad.
“En épocas buenas uno puede traer entre 4 arrobas y 10 arrobas de pescado principalmente de bocachico, que si el pescado es de media libra son 50 unidades, pero si es de libra son 25 bocachicos. Ahora con esta problemática estamos cogiendo media arroba porque el taponamiento no deja ubicarse en la zona de pesca”, relató José Benito Peña.
Por lo general, los pescadores salen a sus faenas de lunes a viernes retornando todos los días a sus casas, llegando con las canoas cargadas de pescado que luego son vendidos en los puertos donde llegan compradores de otros municipios del Cesar e incluso de Barranquilla.
“Hay pescadores que demoran hasta tres días en el agua buscando el mejor pescado, se llevan provisiones y cavas con hielo para que el pescado no se les dañe. Hay otros que salen a las 11:00 de la mañana y se regresan al día siguiente o por la noche, pero cuando hay el taponamiento hay días que uno a las tres horas ya regresa al puerto porque no puede seguir. Cuando el agua está oxigenada el pescado se saca vivo, pero si el tapón se recuesta al trasmallo, el agua pierde el oxígeno y el pescado muere”, detalló José Benito Peña.
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Ante esta situación un gran número de pescadores del corregimiento de Saloa han guardado las redes y se han ido a recolectar café en las cosechas hasta el mes de diciembre que esperan que la naturaleza desplace la tarulla, ya que inicia el verano.
“Aquí no han llegado las autoridades ambientales a decirnos que nos van a brindar ayuda, aquí hay comité de pescadores, pero son corruptos, no toman en cuenta al pescador sino son ellos mismos y los recursos de los proyectos los desvían”, subrayó José Benito Peña.
Otro de los pescadores que atraviesa por la misma situación es Ángel Miguel López, oriundo de Chimichagua. Relató que ante la imposibilidad de pescar se ha dedicado al mototaxismo para poder darle qué comer a su familia.
“Nos estamos viendo muy afectados porque hay ocasiones que no podemos salir a trabajar debido a la cantidad de tapón. El taponamiento es grave porque el agua se represa y queda sin oxígeno y los peces se están muriendo. La situación más grave está en el puerto de Chimichagua. El puerto de Loma de Agua y Saloa son las zonas que tienen más taponamiento. Estamos haciendo cualquier trabajo, que no es mucho, como el mototaxismo. Por eso le pedimos a las autoridades competentes que nos colaboren en lo que sea posible, con la extracción del tapón o con un subsidio porque gran parte de la población vive de la pesca”, indicó Ángel Miguel López.
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De acuerdo con el ambientalista Libardo Lascarro, funcionario de Corpocesar, la tarulla es una planta acuática que siempre va a estar anclada en la ciénega, con épocas de mayor proliferación que otras y mayor agresividad en temporadas de lluvias, y tiende a ocultarse a partir de diciembre cuando inicia el verano.
Al respecto, el secretario de Ambiente departamental, Andrés Felipe Meza, en días pasados indicó a través de Twitter que debido a esta afectación se desarrollará un proyecto de destaponamiento manual. Sin embargo, EL PILÓN intentó conocer los avances de esta iniciativa, pero no hubo respuesta.
POR: MILAGRO SÁNCHEZ/ EL PILÓN