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La poda de árboles en los colegios

Por José Atuesta Mindiola

El árbol es una bendición de Dios. En una ciudad calurosa como Valledupar, un árbol a mediodía es como un racimo de lluvia en la mitad del desierto. Además, de producir el oxígeno que es indispensable para la respiración de los seres aeróbicos, los árboles ayudan a disminuir las contaminaciones del humo y de los ruidos.

La destrucción de los bosques y de la quema indiscriminada de combustibles fósiles, como el carbón y la gasolina están produciendo un exagerado incremento del contenido en anhídrido carbónico en la atmósfera, este fenómeno se conoce como efecto invernadero, y la consecuencia inmediata es el aumento de la temperatura media de la superficie de la Tierra o el recalentamiento  global. Todas las ONG ambientalistas están en campañas pedagógicas por defensa de la conservación de los bosques y  promueven la utilización de energía  no contaminantes.

La protección de los bosques, los ríos y la biodiversidad es lema de los ambientalistas. La Constitución de Colombia en acatamiento a este lema, en su artículo 79 establece: “Toda persona tiene derecho a gozar de un ambiente sano”. Y por consiguiente, las instituciones educativas son las primeras en comprometerse en formar ciudadanos en la cultura de la defensa y protección del medio ambiente; por eso la legislación educativa determina la obligatoriedad del Proyecto de Educación Ambiental, que los docentes del área de ciencias naturales deben implementar y cuyo principal objetivo es crear conciencia ecológica de conservación y defensa del medio ambiente.

Pero nos sorprende que en Valledupar, contradiciendo los principios de ambientales de la defensa y conservación de los recursos forestales, algunos rectores contratan a personas que no tienen el conocimiento ni la experiencia en las podas técnicas y dejan los árboles en completa desnudez de su follaje.  Podrá usted imaginarse un colegio de más de mil estudiantes, con sus patios cementados, sin zonas verdes y los árboles en meros troncos, sin hojas ni ramas. ¿Dónde se refugian los estudiantes en horas de recreo o cómo soportan los inmensos calores en las aulas de clases, entre 10 de la mañana y 3 de la tarde?
La Contraloría Municipal, que es la entidad encargada vigilar el desarrollo del proyecto de educación ambiental,  debería institucionalizar una alianza estratégica con Corpocesar para  capacitar a los rectores en las técnicas de contratación para las podas de los árboles. 

Una reconocida rectora de una institución educativa de la ciudad, en una declaración publicada por este Diario, dijo: “podamos los arboles por precaución, porque personas desadaptadas  se escondían en ellos para venderles drogas a los estudiantes”.

Respetuosamente invitamos  a la rectora a revisar su declaración,  porque con ese concepto, un alcalde, ante la presencia de vendedores de drogas en los parques, puede optar por tumbar todos los árboles.   

 

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