Cada vez es mayor la sensación de estar sitiados por la delincuencia en Valledupar. No cesan los atracos, los robos, ni la violencia que se origina en las calles como respuesta a los ataques del hampa, pues a falta de control por parte de las autoridades, la población ha decidido protegerse por su propia cuenta y hasta poner en práctica su propio concepto de justicia, lo que resulta igual de peligroso a los atracos y a la inoperancia del Estado.
La inseguridad que surge de la anomia con la que hemos vivido, vuelve inexorable la necesidad de construir una sociedad soportada en valores, en institucionalidad y justicia, que plantee desde el hogar y la escuela una nueva conciencia de época, que reflexione sobre nuestros errores del pasado y se entienda que la educación es fundamental para diseñar una nueva etapa de respeto a las normas, para que la razón y la solidaridad construyan la hoja de ruta que marque nuestro progreso.
La incertidumbre con que se vive, origina más inseguridad y se proyecta en la tendencia de muchos sectores de la población a añorar un tiempo anómico, cuando paramilitares usurparon la función del Estado para imponer su propia justicia; por eso hoy el fenómeno de las bandas criminales persiste, porque la gente sigue defendiendo el anhelo de aplicar justicia por cuenta propia. Esto demuestra que falta esfuerzo, tiempo y trabajo pedagógico en colegios, comunas y hogares, para que desaparezca del imaginario de Valledupar el símbolo del antihéroe que tanto afectó la conciencia colectiva.
Falta además, compromiso gubernamental en lo nacional y local, para que haya una normatividad rigurosa que actúe en sinergia con la sociedad, para controlar el crecimiento de la cultura delincuencial y de la anomia.
La inseguridad también se vive en hogares donde el maltrato intrafamiliar crece en la impunidad, ante el temor de denunciar por miedo, en una región donde colaborar con las autoridades tiene una carga tan negativa que termina por poner en riesgo la vida de quienes asumen esa conducta valerosa y civilista. Hoy a quien denuncia, se le tiene como sapo y se le ubica por debajo de los propios delincuentes, lo que demuestra que la tabla de valores está invertida.
Cada vez que se busca una salida al tema de la inseguridad, la estrategia queda reducida a plantear el aumento del pie de fuerza de la Policía, pero nunca a contrarrestarlo desde los hogares, colegios y barrios, mediante acciones pedagógicas que vayan de la mano de sanciones rigurosas.
Más que cifras y datos estadísticos, se hace necesario mostrar cuáles son las estrategias para instaurar una nueva conciencia de época, determinada a cambiar el sentido de recepción hacia las normas, la policía y la colaboración ciudadana.