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La pedagogía del miedo no es buena

Seis años de gobierno del presidente Santos han sido más que suficientes para conocer su estilo de gobierno y las dos caras de la moneda de su personalidad. De un lado hemos conocido un presidente sensible con algunos temas, apasionado y comprometido con otros. Del otro lado también hemos conocido su hipocresía y cinismo con el país, sus mentiras, falta de personalidad y demagogia frente a muchos temas que van a quedar pendiente a su salida. De igual manera, hemos podido conocer hasta la saciedad su singular sosegado discurso parafraseado, cargado de ambigüedades con los que ha impulsado y orientado el proceso de paz; pero el que pronunció el pasado jueves en Medellín, durante la sesión del Foro Económico Mundial para América Latina, ha sido la máxima de su torpeza y metida de pata, aunque dicen que solo los borrachos, los niños y los torpes dicen la verdad, como lo dijera Fernando Londoño en su editorial del pasado lunes.

Verdad o no, lo cierto es que lo dicho por el presidente Santos, sin necesidad de ser filólogos o retóricos para dimensionar su significado, sembraron miedo al país ante un tema que se creía superado: el recrudecimiento del conflicto por parte de las Farc. Está bien y se le abona al Presidente que se la haya jugado toda para sacar avante este proceso de paz, que desde sus inicios ha sido duramente cuestionado, pero es inadmisible que a estas alturas el argumento para enarbolar las banderas de la paz frente a la defensa del plebiscito sea con advertencias de guerra, miedo y terror.

Claro está, si le ponemos un poco de simple lógica al asunto y dentro de las posibilidades el pueblo colombiano votará el polémico plebiscito por el no y por ende fracasara el acuerdo de paz, no se esperaría cosa distinta sino la continuidad del conflicto armado, es decir, pensándolo bien esa sería la consecuencia; pero no puede ser ese el discurso de campaña del Presidente de la República para conseguir la solidaridad del pueblo colombiano y ganar el plebiscito de la paz; pues ese razonamiento es torpe e insensato. Lo que se esperaría es que ese discurso de paz fuese esperanzador, tranquilizador y optimista y nunca fatídico y oscuro.

Ahora pienso que el proceso de paz no es solo del Presidente ni de sus ministros, es un proceso de todos y nuestros aportes como cuidadnos comunes y corrientes o como gremios también deben ser alentadores y motivadores, ya que tampoco es conveniente que le hagamos oposición al proceso de paz, también desde el desaliento y la pedagogía del miedo como lo han hecho los medios de comunicación que al polemizar, cuestionar e interpretar el desafortunado discurso de Santos, han terminado difundiendo la idea del miedo y el desaliento, creo que incluso a niveles más altos que los del propio presidente, generando todo un efecto contrario y un ambiente muy desalentador.

No olvidemos que la paz constituye un derecho inalienable de todos los colombianos y es condición indispensable para el desarrollo sostenible e incluyente de una sociedad democrática. No nos desanimemos ni perdamos la fe.

Dios guie y ampare nuestra Nación.

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Carlos Guillermo Ramirez: