Por Juan Rincón Vanegas
juanrinconv@hotmail.com
No llores Maye, no llores más,
que a mi me duele verte llorar.
Marina del Socorro Arzuaga, ‘La Maye’, volvió a desobedecer las palabras de Rafael Escalona, porque al cumplir un año de su partida de la tierra, ella dejó escapar varias lágrimas.
‘La Maye’ miró a su lado y muchas personas la estaban acompañando para dejar correr ese río de dolor por la partida del hombre que dibujó en melodías y versos la geografía de esta amplia región.
Todo sucedió en el Cementerio Central de Valledupar cuando por unanimidad fue designada para poner una flor en la tumba del maestro. Lo hizo lentamente, como para no despertarlo del sueño. El silencio fue interrumpido por un acordeón y una joven voz que decía: “Yo vengo a darte mi despedida con este merengue sentimental, para que sepas Maye querida que yo me voy de Valledupar”.
Las canciones que siguieron sonando se mezclaban con lágrimas que no pedían permiso para pasearse por los rostros, y especialmente cuando se escuchó: “Tú sabes mi Maye como me duele, que yo me vaya y que tú te quedes”.
En medio de los recuerdos tristes y alegres, Perla, una de las hijas del maestro Escalona, en nombre de la familia tomó la palabra para decir: “Gracias a todos por el amor a mi padre y por seguir reconociendo esa grandeza que logró con sus canciones”.
Mientras eso sucedía, ‘La Maye’ seguía dejando salir una que otra lágrima porque estaba cerca de la tumba del hombre que le dedicó muchas canciones y que le regaló seis hijos. Además, recordó que él le escribió bellas palabras de amor, de esas que pegan más fuerte en el corazón que una corriente de luceros que encandilan con su luz.
En medio de los abrazos, ‘La Maye’ recordó la década del 50 cuando le dio luz verde a la relación con Escalona y fue la mujer que tuvo el honor de ser la mayor inspiradora del joven compositor.
Entre esos cantos ella recordó ‘La creciente del Cesar’ donde él no midió el grosor de esas aguas para declarar que se iba a tirar para que lo arrastrara la corriente, porque para su cariño no importaba río crecido. Y con esto se ratifica que un hombre enamorao es cosa sería. En otras palabras, estando con el corazón repleto de amor es capaz de cantar en la selva para que los árboles, cuando los visite la brisa le hagan el coro.
Al final, ‘La Maye’ dijo con toda la sinceridad que la caracteriza: “No me arrepiento de haberlo amado, a pesar de todo lo que viví”. En esa frase encerró todo lo que significó el hombre que le pidió que dejara a un lado la nostalgia, que no llorara, porque la ausencia en esta ocasión no es remedio para olvidar, sino para recordar. Para recordar a Rafael Escalona, y decir a los cuatros vientos: “Con ese recuerdo vivo yo y con es recuerdo moriré”.
La grandeza de Escalona
El presidente de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, Rodolfo Molina Araujo, quien asistió al primer acto y luego se hizo presente en la exposición fotográfica en la sede de Sayco, volvió a ratificar que el homenaje realizado en el pasado Festival Vallenato fue inigualable, donde se recalcó la grandeza del maestro y se pudo comprender que su imagen está más viva que nunca. “No nos cansaremos de manifestar que el legado musical del maestro Escalona es inmenso y su aporte fue significativo para la música vallenata. Su nombre perdurará por siempre, y en la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, le seguiremos cumpliendo”.
Después de entregar la declaración realizó un paseo por las imágenes para el recuerdo dejadas en el lente de su hijo Rafael, y volvió a contar anécdotas del hombre que fue de su familia y contribuyó para que el vallenato hoy tenga el mayor renombre. También pensó en seguir sacando adelante la Escuela Talento Vallenato “Rafael Escalona”, donde aprenden a tocar acordeón, caja y guacharaca más de 200 niños, los cuales serán el futuro del folclor al que se le dio mayor identidad con la creación, en 1968, del Festival de la Leyenda Vallenata.
No hay adioses
En medio de los actos programados, todo hizo indicar que la orden dejada por el maestro Escalona, así como le pidió a ‘La Maye’ que no llorará más, es no permitir adioses, porque su presencia es tan cierta que su nombre hace posible que se hilvanen los más significativos recuerdos, que se adornen sus canciones con las historias vividas y sea inmortal por todas las hazañas que hizo cuando nadie le apostaba al folclor vallenato, donde los protagonistas eran juglares descalzos y montados en burro, donde llevaban como único cargamento un acordeón y sus voces al clima con supremas ganas de ser un periódico cantado.
Cuando la escena estaba a punto de cerrarse, en la puerta del cementerio se apareció Carlos Emilio Daza, quien teniendo como adorno en su cara unas gafas veteranas, dijo haber sido amigo de Rafael Escalona y Jaime Molina. “Vea, me está fallando un poco la vista, pero no la memoria”. La risa fue general y entonces el personaje comenzó a narrar historias de Escalona, cuyo ombligo estaba en Patillal y daba vueltas por todo el cuerpo del mapa del Cesar y La Guajira.
Su hablado era pausado y contundente, y en medio de su amigable discurso, manifestó que le llegó al alma la canción ganadora del Festival de la Leyenda Vallenata, donde se narran todas las verdades juntas, incluso con derecho a abrir una ventana en el cielo para saber que Consuelo está con él.
De repente hizo una pausa, silbó y cantó, emulando a Poncho Cotes Jr. “Se oye un lamento pensando en él, pero en el cielo es donde está Rafael. Quisiera verlo, no puede ser, porque se fue y no puede volver”.