Hace un par de domingos hemos venido mencionando someramente las etapas de la historia de la Iglesia. Como he repetido en diversas ocasiones, se trata de una mera provocación al lector, y una invitación a que, por favor, lea. Es triste admitir que para muchos de nuestros contemporáneos el mayor volumen de lectura lo constituyen las publicaciones propias y ajenas en las redes sociales. Pero continuemos con lo nuestro.
4. Época moderna: Ante la corriente llamada “modernismo”, la creciente desacralización y la inminente puesta en tela de juicio de la autoridad de la Iglesia, el Papa Pío IX convocó el Concilio Vaticano I (1869 – 1870), en el que se definió el dogma de la infalibilidad pontificia. Es decir, se declaró como verdad de fe que “por la especial asistencia del Espíritu Santo, el Vicario de Cristo y sucesor de San Pedro, no puede errar si ejerce su magisterio ex cathedra en lo referente a la fe y a las costumbres. Este es uno de los puntos más discutidos de la doctrina eclesial en los círculos teológicos, católicos o no. La admisión de la infalibilidad del Papa se constituye en “un palo en la rueda” para la carreta del ecumenismo y de la necesaria renovación de la Iglesia. Recientemente el afamado teólogo suizo, Hans Küng, presentó al Papa Francisco una concienzuda investigación sobre el tema y le pidió abrir el debate sobre el dogma de la infalibilidad papal. Francisco, con la sencillez que le caracteriza, respondió positivamente a tal requerimiento luego de leer el libro de Küng.
A propósito de libros, recomiendo altamente la lectura del libro ‘¿Existe Dios?’, de Hans Küng y, para que no se me acuse de promover sólo un punto de vista, sugiero también leer ‘¿Dónde está Dios, papá?: Las respuestas de un padre ateo’, de la autoría de Clemente Ga Novella y Clemente García.
Continuemos. Dentro de este mismo periodo se estableció el dogma de la Inmaculada Concepción de María, es decir, se declaró como verdad de fe que la Virgen María fue concebida sin la mancha del pecado original, de la cual la humanidad es heredera. De esta declaración se desprenden consecuencias muy interesantes.
5. Época contemporánea: En 1962, el Papa Juan XXIII, a quien los cardenales eligieron como un papa de sucesión, convocó el Concilio Vaticano II. Este acontecimiento es de vital importancia, puesto que supone la renovación de la Iglesia y su actualización, de acuerdo con los nuevos tiempos y a los nuevos desafíos. ¿Conoce usted los documentos emanados de aquella singular reunión? El concilio fue clausurado por el Papa Pablo VI en 1965. El mismo Pablo VI publicaría en 1968 la encíclica Humanae Vitae, abordando el tema de la anticoncepción y tomando posición sobre el mismo. La polémica perdura hasta nuestros días.
Como fruto del Concilio Vaticano II y, en un intento de aplicar en las bases del cristianismo las conclusiones a las que llegaron los obispos, nacen multitud de comunidades y movimientos eclesiales. No todos ellos, sin embargo, entendieron y aplicaron del mismo modo dichas conclusiones. Nace la Teología de la liberación, una interesante (y a la vez peligrosa) forma de interpretar el Evangelio. Esta teología asume el análisis marxista de la realidad y sus principios: a) materialismo histórico: que señala que las causas de los acontecimientos históricos son exclusivamente económicas y la historia es la historia de la lucha de clases, y b) la praxis: la verdad no es, sino se hace; lo que importa es la ortopraxis. Estas son lecturas que hay que hacer a veces con una buena taza de café, a veces con varias copas de un buen vino.
En 1979 Juan Pablo II fue elegido sucesor de Pedro, sus viajes apostólicos son memorables, su carisma y su tenacidad permanecen aún en nuestra memoria. En mayo de 1981, el turco Ali Agca intentó asesinar al pontífice en la plaza de San Pedro; dos años después el Papa visitó a su agresor en la cárcel para ofrecerle su perdón. El 30 de junio de 1988 Marcel Lefébvre consumó un nuevo cisma en la Iglesia… El 28 de febrero de 2013 Benedicto XVI renunció a la sede de Pedro y el 13 de marzo del mismo año fue elegido Francisco. Se me acabó el espacio. Adiós.