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El pato cojo

Lame duck, pato renco, dicen los gringos para referirse al presidente que está próximo a dejar el cargo y que por tanto ha perdido el grueso de su poder político. Santos no está en ese período, pero su situación, a más de dos años de entregar el poder, es similar. La prueba inequívoca está en el gabinete “de paz” que acaba de nombrar.

Primero, no pudo encontrar técnicos reputados que le aceptaran los cargos. La prueba está en el ministerio de Minas donde, después de ofrecerlo a más de media docena de personajes prestigiosos que declinaron, no tuvo más remedio que designar a un recomendado del MinHacienda que no es experto en el tema y que tendrá que sudar para domar semejante potro, por mucho que El Niño haya llegado su fin y el riesgo de apagón haya desaparecido. Un vistazo a los demás nombrados lo reconfirma: ni un solo técnico en las otras carteras.

Como consecuencia, los designados son todos políticos, con las notables excepciones de Elsa Noguera y María Claudia Lacouture. Pero, salvo Clara López, son políticos de relativa figuración regional y escasísima presencial nacional. Nadie parece estar dispuesto a jugarse su prestigio con un gobierno con el sol a sus espaldas y una popularidad que en la mejor de las encuestas llega a un 20% de favorabilidad y en la peor apenas marca 10%, menos que Dilma Rousseff y que Maduro. Santos es, de lejos, el presidente más impopular de la región.

Después, el nuevo gabinete, contrario a lo que los medios amigos del régimen sostienen, nada le aporta a la paz (a Santos le ocurre lo contrario que a Uribe, que tenía un respaldo popular inversamente proporcional al de sus críticos en los medios. Santos tienen el apoyo casi unánime de éstos y uno exiguo entre los ciudadanos). Ni siquiera Clara López: el apoyo de la izquierda radical es un hecho ya probado, si hubiese alguna duda, con la alianza en las elecciones del 2014. Y no va a cambiar: Santos es funcional en sus propósitos.

Y tampoco va ayudar en el engendro de plebiscito. Primero porque no habrá. Es tan protuberantemente inconstitucional que la Constitucional no tiene remedio distinto a tumbarlo. Y porque si lo hubiera se decidirá no por los mínimos aportes que puedan hacer los designados sino por la impopularidad del presidente y de lo acordado con las Farc.

Los recién nombrados, en cambio, le dan mayor presencial regional. Todos son de provincia, excepto Clarita, que es cachaquísima. Nada mal, pero no le mejorará la gobernabilidad ni la popularidad: el gabinete fue recibido de manera indiferente por la opinión y causó roncha entre los partidos porque los nombrados no los representan o los fracturan por dentro.

En cualquier caso, no hay ministros que hagan la diferencia: el problema es Santos y su estilo perezoso, desleal, centralista, vacilante y débil de liderazgo.

Por Rafael Nieto Loaiza

Categories: Columnista
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