El conflicto entre Palestina e Israel tiene elementos muy complejos que pueden generar confusión, algunos pensarán que es una guerra con orígenes exclusivamente religiosos, otros lo describirán como un enfrentamiento únicamente por el territorio, podrán decir que es político; lo cierto es que cada vez que las tensiones entre palestinos y judíos llegan a niveles explosivos, atrae la atención del mundo entero por las implicaciones geopolíticas que rodean tanto a los aliados de Israel como para los palestinos.
Israel considera a Jerusalén como su capital, lo que internacionalmente no es reconocido por los sentimientos que eso puede despertar en el mundo árabe que lucha por expulsar a los judíos de ese territorio, aunque la presencia judía en Jerusalén aumenta progresivamente con la ubicación de asentamientos ilegales en un proceso tácito de exclusión de los palestinos. La comunidad internacional mantiene una prudencia para conservar esa ciudad santa controlada sin un gesto abierto de preferencia para uno u otro lado y siempre en los intentos de negociación Jerusalén, aunque es un punto neurálgico, se incluía como uno de los últimos de la agenda por la gran importancia que reviste para las dos partes y con el fin de generar confianza con otros temas no tan susceptibles para los protagonistas.
Las cosas parecen tener otro tono, desde su campaña Donald Trump hizo una propuesta desafiante, la verdad de todas las cosas que pude escuchar en sus intervenciones su deseo de ver a Jerusalén como la capital de Israel es la que más alarma me causó y al parecer es un objetivo que tiene una estrategia en marcha, comenzando con el traslado de la embajada de U.S.A hacia Jerusalén, una actitud provocadora no solo para los palestinos sino para todo el mundo árabe que observa lo que ocurre en esa parte de Medio Oriente como una causa propia, situación que puede agitar la avanzada mundial del estado islámico grupo que está sembrando el terror por toda Europa y en cualquier momento puede tocar América.
En los últimos días el vicepresidente Mike Pence y el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, han confirmado que la propuesta del presidente Trump sigue en pie y se trasladará la embajada gringa a Jerusalén, pero al parecer más que un deseo del magnate que ocupa el salón oval, sería un capricho de su yerno Jared Kushner, esposo de Ivanka Trump.
Kushner es un judío ortodoxo que respalda las políticas del movimiento sionista y el gradual crecimiento ilegal de la población judía al este de Jerusalén, hoy además de ser el esposo de la hija consentida de Trump, es el asesor más confiable del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, por lo tanto sus planteamientos pueden pasar de ser la dedicada labor de un funcionario de Estado, a un radical capricho religioso que puede terminar en tirarle un galón de gasolina a la ya encendida flama que arde en Medio Oriente por cuenta de Siria, Afganistán e Irak; porque está demostrado que Trump puede lanzar una bomba en cualquier parte del mundo, sólo por cumplir los deseos de su hija.
Por Carlos Andrés Añez Maestre