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Crónicas del mundo vallenato

Ricardo Gutiérrez.

El veinticinco de abril, cuando comenzaba el Festival  de  la Leyenda Vallenata, número cincuenta, se hizo la presentación del libro Crónicas del Mundo Vallenato, de la autoría del empresario Ricardo Gutiérrez Gutierrez, en el salón Cañagaute del Club Valledupar, con la asistencia de personalidades locales y de otras regiones del país.

El análisis literario estuvo a cargo de la novelista Mary Daza Orozco, quien nos cedió su discurso para darlo a conocer a nuestros lectores como colofón de nuestro cubrimiento del magno evento del folclor vallenato.

Un libro escrito de corazón

 

Tuve la suerte de leer este libro cuando apenas era un borrador. Cuando pensaba en que era un libro más de tantos y tantos que se han escrito sobre el folclor vallenato, me di cuenta,  a medida de que fui pasando las  páginas y deleitándome con las palabras   que era el libro que uno espera que traiga sorpresas agradables, que haga saltar el asombro y que lo aprisione y desate las ganas de llegar al final, pero que nunca se  acabe.

Me pregunté, ¿esto lo escribió Ricardo Gutiérrez? No podía creerlo, no porque él no fuera capaz, sino porque tenía la idea de que él era un empresario que gustaba de la música, que sabía de parrandas, y de amigos del folclor; pero no que era un manejador de la crónica, un género muy difícil de lograr, un mago en la escogencia de la palabra precisa, un desmenuzador artístico de historias de vidas, un historiador romántico.

Además, se revela como un investigador infatigable con logros irrebatibles; se fue a pueblos perdidos a buscar a personajes quizás olvidados, anduvo por ciudades, por valles, y encontró historias para crear sus crónicas renovadas que sobrenadan  en el misterio de una sola palabra: música; crónicas que no divagan, son seguras en reconocer los legados de los primeros juglares, sus vidas, sus sueños, sus logros, sus notas y sus canciones.

Y valió la pena el recorrido y la indagación de años para lograr este libro que recrea el mundo  de cantos, de anécdotas; y al leerlo  es como si tomara al lector de la mano y lo llevara, con la seguridad de que el recorrido va a ser plácido, y en compañía del  doctor Alfonso López Michelsen y Rafael Escalona, cultores indiscutibles del Mundo Vallenato, lo llevara a conocer los lamentos de Alejo por su Pedazo de acordeón y la alegría de Luis Enrique cuando dice “…oigan muchachos, oigan la nota como toca un vallenato”. Y cuando se hace una pausa es como si se sentara a la vera del camino y en un largo suspiro decir ‘Amarte  más no pude’, bajo  la sonrisa cómplice de  Marciano Martínez.

Y sigue el solaz que aflora cuando leemos un buen relato, y sigue el camino de gustos y fascinaciones al leer sobre la historia inspiradora de Patillal o cuando de pronto nos encontramos con la vida de un hombre más grande que el hombre del que  nos revela que era un tanto culto, no el iletrado que creíamos, porque solo así, Juancho Polo  pudo construir versos como;  “Dime si el sol te enamora para bajártelo del cielo”.

Leer este libro es conocer el romance eterno de los cantos vallenatos con la naturaleza, que se conjugan para hacer más domesticable al mundo; es  un arrebato de felicidad; es sentir que cada historia nos lleva a la serenidad de los sueños, al  camino legendario de la historia que nos es común; es fustigar lo que trata de molestar nuestras vidas. Leer este libro es conocer a un cronista que recorre el eterno camino de los primeros juglares y nos lo muestra cargado de nostalgia.

Siguiendo la lectura de Crónicas del Mundo Vallenato, hacemos un recorrido en una vieja piragua que, en su traqueteo hasta una playa de amor, nos muestra espléndida la vida de un grande entre los grandes,  José Barros;  luego se pasa a Guamal a asombrarnos con la prolífica vida de  Julio Erazo; y el recorrido sigue, siempre en el mismo tono histórico y poético, pero se me haría prolijo contarlo todo.

El escritor  es mesurado en  el uso de  las figuras retóricas, la metáfora se asoma con timidez, mientras que en las descripciones es absolutamente genial, veámoslo en un fragmento de su artículo ‘Así nació mi poesía’: “En una oportunidad, absortos en el ambiente agradable que nos ofrecía una noche colmada de estrellas que parecían tan cercanas como si pudiéramos alcanzarlas, apreciamos desde el Cerro, el movimiento rítmico de las hojas de los árboles, parecían con su vaivén que al son del viento festejaban las hermosas canciones que Fernando interpretaba…”.

Y de Colacho, su amigo del alma,  escribe un lamento: “Cuánto siento su partida, recuerdos que llenan mi soledad por su ausencia festejan constantemente sus inolvidables interpretaciones y me llevan a reconocer que he sido un afortunado por haber tenido la oportunidad de conocer a un músico íntegro”.

Ricardo Gutiérrez se atreve y denuncia un plagio importante, de uno de los grandes, de los muy grandes,  pero eso es común en nuestro folclor, que el compositor tome un verso de alguien famoso y lo incluya en su canto, Gustavo Adolfo Bécquer ha sido el más plagiado.

Y escribe una romántica historia: Las rosas rojas, símbolos eternos del amor, las pone, el escritor, en manos de Alberto Lleras Puga, que en las gélidas noches bogotanas las llevaba a Matilde Díaz,  surgió el romance hasta cuando ella murió, y Lucho Bermúez dijo a un amigo: “Estoy destrozado, las rosas rojas acabaron conmigo”.

Pues bien, ‘Crónicas del mundo vallenato’, de Ricardo Gutiérrez Gutiérrez, es un libro que siempre que lo leamos lo encontraremos nuevo, fascinante; sus historias siempre nos parecerán mágicas, vivas, eternas. Sí, porque Ricardo escribe con el corazón y la cabeza, ahí está la magia.

 

Por Mary Daza Orozco

 

 

 

 

 

Categories: Crónica
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