En los dominios del cacique de Uruma cerca al pie de monte de la serranía del Perijá en el sur de La Guajira, está ubicada la pintoresca población de Urumita, patria chica de la dinastía musical Ramos, en la cual juglares notables del acordeón le han dado brillo y prestigio a la expresión tradicional del vallenato, acorde a los postulados de la Unesco que, le confiere a este folclor la distinción de patrimonio inmaterial de la humanidad.
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Al igual que en las viejas monarquías europeas, donde en sucesivas generaciones de la nobleza, la corona era herencia familiar, en el mundo vallenato núcleos familiares que le han dado dimensión al legado de Francisco el hombre, tienen el mérito de obtener la honrosa categoría de una verdadera dinastía de juglares, como es la de los Ramos de Urumita.
Esta inicia con José María ‘Chema’ Ramos Rojas (Urumita 1941-1962), acordeonero y compositor que al mejor estilo juglaresco, se paseaba por toda la comarca provinciana enterando a la gente de esa cotidianidad que logra trascender en forma de cantos descriptivos del suceso en general. En su honor se construyó la tarima que lleva su nombre donde anualmente se celebra el festival de música vallenata ‘Flores y Calaguas’, especie que ornamenta de forma natural el jardín urumitero.
José María ‘Chema’ Ramos Rodríguez (Urumita 1948), heredero del temperamento artístico de su padre, es uno de los mas auténticos exponentes del vallenato tradicional quien con su acordeón campesino de nota fresca y florida nos deja aromas de los cafetales y frutas de la serranía, evocadores del canto altanero de los gallos y el nostálgico mugido de las vacadas madrugadoras. En el año 1977 fue coronado como el décimo Rey del Festival Vallenato en Valledupar.
En la tercera generación, José María ‘Chemita’ Ramos Navarro (Urumita, 1972), se convierte en celoso guardián de la memoria musical de su padre y abuelo, de quienes recibió un riquísimo caudal melódico que al dimensionarlo por su espíritu aguerrido y gran digitador del instrumento lo hizo merecedor en el año 2000 del título de soberano del acordeón, enriqueciendo así el catálogo de los reyes del vallenato.
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Imposible olvidar el Valledupar de los años 70, el del siglo anterior, cuando en el recién inaugurado Hotel Sicarare, los fines de semana en su grill ‘El Torito’, las veladas con acordeón eran amenizadas por ‘Chema’ Ramos y sus ‘indios Uruma’, con sus vocalistas ‘Chelo’ Alvarado, ‘El Guare’ y el propio ‘Chema’ que marcaron una época inolvidable, durante varios años cuando la cosecha de algodón convertía al Valle en un punto de encuentro para agrónomos, pilotos de fumigación, promotores comerciales, algodoneros y, hasta damiselas en constante actividad, donde la música vallenata le mostraba a propios y extraños la normatividad de los sucesos regionales, que informaban de nuestra cotidianidad. Este grill, ‘El torito’ fue en esa época el único sitio en Valledupar donde se podía escuchar por las noches la música de los juglares del vallenato.
Una vez cumplido este ciclo ‘Chema y sus indios Uruma’ regresaron a Urumita y largos años pasaron para que Valledupar tuviera nuevamente un sitio de música vallenata en vivo, hasta que Estela Durán Escalona inaugurara hace poco su salón Guacao, hoy visitado con agrado por transeúntes y turistas que llegan a la ciudad de los Santos Reyes en pos de disfrutar nuestra expresión folclórica.
Recientemente pudimos disfrutar y divertirnos con el concierto virtual que ofreció la dinastía Ramos, donde todos los miembros de este núcleo familiar se lucieron con sus mejores notas y arpegios de auténtico sabor tradicional.
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Un verdadero orgullo patrio es esta dinastía Ramos de juglares, verdaderos heraldos del folclor vallenato, ese que hoy identifica el sentir musical de toda Colombia.
Por: Julio César Oñate Martínez