Prefiero las cosas buenas, no las fáciles; estas dan visos de deslealtad con uno mismo.
La deslealtad se define, en términos simples, como la falta de lealtad; es la incapacidad de una persona para defender la dignidad, ser fiel a sus afectos y honrar a los movimientos e instituciones de los que forma parte o que considera como propios.
La deslealtad puede tener serias consecuencias tanto en lo personal como en lo profesional llevando a la ruptura de toda clase de relaciones incluso las afectivas y de confianza en el ámbito en que nos movemos.
Actitudes desleales en que se critica a otro destacando sus defectos o contando secretos confiados, significan depreciación de las relaciones de amistad, de convivencia y de aprecio de la sociedad en que se actúa, por ello no se debe ser duro con uno mismo, ni guardar rencor y a través de la sinceridad con el perdón hay que aceptar las situaciones que, en especial, en los campos políticos se dan, siendo mejor marcarlas con la indiferencia sin ser ajenos a las circunstancias.
La traición en una amistad es la deslealtad, la que rompe la confianza. Un hombre que le cuenta a otro en busca de un interés o alabanza de este para ganar indulgencias con la confidencia de un tercero con quien tiene alguna relación cotidiana que podría incidir en sus intereses personales sobre aquel, por lo tanto, le desvirtúa y le pone en opinión de entredicho, es un desleal.
La deslealtad es la incapacidad de una persona para mantener y sostener una conducta seria y loable frente a situaciones o hechos que puedan causar desprestigios falsos a otros que, como amigos, o familias, o sociedades y agremiaciones deban ser respetadas dentro del compendio de un universo marcado por la dignidad.
También la doble militancia, o estar brincando entre grupos, movimientos y partidos políticos para elegir o ser elegido en la metodología política, es sinónimo de deslealtad y se sucede cuando un ciudadano pertenece simultáneamente a más de un partido o movimiento político con personería jurídica; prohibida por la ley, pero frecuentemente ejercida por los politiqueros de toda clase y que se volvió propia de los militantes negocia votos en la no nueva industria de los mercaderes sin poder.
Con ciertas personas vale más ser traicionado a tiempo que desconfiar a su debido tiempo.
Algunas personas son leales a sus necesidades, a su orgullo, pero su sensación económica sobre algo que en el caso de la política cuando presumen de líderes para vender su conciencia como a su partido o movimiento político, y que cuando han vivido de los resentimientos, afloran con facilidad a la traición, es así como venden hasta a sus mejores amigos dentro del mercado de los intereses personales, utilizando la falsa humildad a través de alabanzas atrayentes con comentarios denigrantes para distorsionar la imagen de ese alguien y lograr las dádivas del poder cuando de política se trata; son los verdaderos delatores del lleva y trae para ganar indulgencias, no dándose cuenta que están cayendo por el peso de sus propias amarguras y fracasos morales que siempre han llevado a cuesta, y que su propia debilidad de conciencia no les permite superar.
Estos líderes aparecen en tiempo solo de procesos políticos electorales, y como falsos emprendedores, siempre salen con las manos llenas de dineros frutos de extorsiones bajo el imperio de las apariencias propias de los falsos ideólogos mercenarios de votos de basura.
Un desleal es casi lo mismo que un traidor cuando deja su partido para entregarse a otro, producto de su mercantilismo negro, lo que lamentablemente ocurre hoy en día en el tinglado de la política en general, pero como arma inconfundible del politiquero, envidioso e hipócrita ante su propio destino.
La política es una de las actividades y profesiones más nobles dentro de una sociedad de progreso, pero los desleales, que no son muchos, valiéndose casi siempre de la doble militancia, son los que la tienen desprestigiada dentro del consenso universal de la gente común, que poco entiende de estas cosas, pero que les siguen los pasos a los desleales que usan el ingrediente del engaño bajo la miseria de sus pobres condiciones morales.
Con ciertas personas que como supuestos amigos aparecen en las estadías de la vida, y en especial en campañas políticas, es valedero ser traicionado a tiempo antes que tener que soportar sus zalameros abrazos en busca de prebendas.
Entonces, hay que saber escoger los verdaderos candidatos que marcados por la lealtad puedan dar pasos firmes, apartando con personalidad las espinas que ponen los desleales y dobles militantes a sus contendores más firmes. Muchos ya seleccionaron los suyos en esta contienda política que se avecina, para lo cual solo les bastó con buscar en la claridad del cielo de esta tierra, la verdad sobre sus actuaciones éticas y profesionales, sin reparar en chismes y odios de los aliados contra el progreso.
Por Fausto Cotes N.