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José Manuel Aponte, un varón de alto valor civil

José Aponte Marzal.

José Manuel Aponte Marzal, el ‘Macho Aponte’, como le llamaban sus más íntimos amigos, nació en Villanueva, La Guajira, el 20 de diciembre de 1914. Sus padres fueron Antonio Aponte Jiménez, oriundo de El Molino, y Francisca Marzal Olmedo, de Villanueva.

Hizo sus estudios de primaria en el Colegio Santo Tomás de Villanueva, regentado por Rafael Antonio Amaya, donde se destacó como el mejor estudiante. La secundaria la realizó en el Liceo Celedón de Santa Marta, donde logró altas distinciones. Fue excluido en segundo año de bachillerato en cuatro materias: francés, aritmética analítica y comercial, historia antigua y de Colombia y castellano de Bello-filosofía de la lengua hispana, y de esta última asignatura recibió diploma de honor, junto con sus condiscípulos: Juan Castro Monsalvo, Leonardo Maya Brugés y Ramón Travecedo, según consta en el certificado de estudios.

 En los grados subsiguientes tuvo también exclusiones, pero el máximo triunfo fue en el último año, cuando fue excluido en todas las materias de ese curso: latín, inglés, literatura universal, biología, física, química y filosofía. Ningún estudiante igualó ese récord. En el curso de latín, de 27 alumnos fue el único excluido, con examen oral   en presencia del curso en pleno; los otros 26 alumnos fueron reprobados. Con estas exclusiones y por su brillante inteligencia, prodigiosa memoria y consagración a los estudios, el Liceo Celedón lo tituló el mejor estudiante de todos los tiempos. Esta aseveración está respaldada por su libreta de estudios que conservó siempre en sus archivos.

Ocupó cargos públicos y privados en los que siempre se distinguió por su probidad, rectitud de carácter y espíritu patriótico: en Villanueva, su pueblo, fue concejal, personero, alcalde, maestro de escuela; en Riohacha fue secretario de Educación Pública de La Guajira. En el   Magdalena grande fue director de la Fábrica Departamental de Licores, visitador General de Gobierno y Hacienda y diputado a la Asamblea en 1949.  En el Cesar fue secretario de Gobierno de la Alcaldía Mayor, juez de Rentas y Ejecuciones Fiscales del departamento y profesor interno de Cultura General de la Escuela de Artes y Oficios de Valledupar.

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Como maestro, su más preciada actividad, fue cofundador del Liceo Colombia en Villanueva con Luis Beltrán Dangond, y así mismo cofundador del Liceo Magangué con Alcides Torres Obregón. Enseñó gratuitamente en el Colegio La Sagrada Familia de Villanueva durante varios años.

Una de sus mayores aficiones fue el ejercicio del Derecho, que aprendió fuera de las aulas y con cuyos conocimientos y acciones prestó grandes servicios a sus amigos, muchos de ellos abogados titulados que respetaban y acataban sus conceptos y criterios. De esta actividad derivó buena parte del sustento para su familia en épocas críticas, aunque su talante no era lucrarse de esos servicios.

Como político fue jefe conservador, gozó del aprecio de jefes regionales y nacionales como Antonio Escobar Camargo, Mariano Ospina Pérez, ‘Los Leopardos’, Nicolás Dávila, Joaquín Campo y otros. Como jefe del partido Conservador en Villanueva no permitió, en pleno régimen de su partido, que se vulneraran los derechos del liberalismo.

Ostentaba sensatez y era reconocido como orador en la tribuna pública embelesando al auditorio. Todavía recordamos aquella corta, pero convincente exposición en el teatro Aurora en la ciudad de Riohacha, en el año 65, en convención conservadora, logrando la proclamación por unanimidad de la plancha electoral del ‘Ospinismo’, con la fórmula mágica que integraba políticamente el norte de la península con el sur de la provincia de Padilla. Cuatro médicos para Senado. Movimiento político que siguió triunfante por varios períodos parlamentarios. 

Por la verdad, siempre se hizo respetar y admirar. Brindó testimonio de su coraje muchas veces. Así lo registra su hijo José Manuel Aponte Martínez en el libro ‘Almas Felices’, que narra la semblanza del gran amigo Alfonso Cotes; durante los sucesos del 9 de abril del año 1948, en Villanueva. En el curso de su vida se distinguió por su voluntad de servicio sin distingos de ninguna índole; su desprendimiento por los bienes materiales, su infalible lealtad a sus principios, a sus amigos y a sus familiares, fueron siempre sus más destacadas virtudes. 

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Así, entre sus amigos y allegados se registran innumerables episodios de esa abnegación y desprendimiento personal. Sin tener bienes de fortuna entregaba lo poco que poseía, dejando de generar bienestar para los suyos, pero concitando aprecio y cariño que al fin y al cabo es el primer peldaño para trascender alcanzando el recuerdo una vez nos convirtamos en cenizas.

Intelectualmente fue un infatigable lector, poseía vastos conocimientos en diversas disciplinas, tales como historia universal, historia de Colombia, historia bolivariana, filología, siendo autoridad en gramática castellana y en metodología pedagógica. Entre estas disciplinas cabe destacar sus profundos conocimientos sobre la vida del Libertador, en la que puede considerarse un verdadero erudito.

“El ser humano sin educación es un ser incompleto”. En aquellas calendas cuando no existía la tv, el espectáculo masivo y multitud de distracciones como ocurre hoy, el estudioso o colegial no se dispersaba y si estaba dotado podía alcanzar muchas y altas metas. Lo único que podía conspirar contra esa meta era la novia. Uno de nosotros, como estudiante de Medicina, en 1956, no olvida aquellos versos que decían: “No son muertos los que reposan bajo la losa fría, muertos son los que teniendo novia tienen que estudiar anatomía”.

En lo personal y humano contrajo matrimonio con Doña Luscinda Martínez Cuadrado, una bella dama a carta cabal, altamente espiritual y amorosa, con quien formó un hogar ejemplar que perduró por más de medio siglo, hasta el momento en que Dios dispuso llamarla a su lado en 1990. Frutos de este matrimonio son sus hijos: José Manuel, Doraminta María, Augusto Guillermo, Rolando Juan, Dina Francisca y Rafael Silvestre Antonio. Todos ellos ejemplares seres humanos que heredaron muchas de sus virtudes.

Lucinda Martínez de Aponte. 

Por: Orlando Olmos y Luciano y José Manuel Aponte

Categories: Crónica
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