No todos los pueblos tienen el inmenso privilegio de tener un hijo de las excelsas calidades de Jorge Oñate, y para completar que ese hijo saliera tan agradecido y querendón con su terruño como él. No lo dudo en decirlo, difícilmente tendrá La Paz la fortuna de parir otro Jorge Oñate, el más pacífico de los pacíficos, un nativo raizal que despreció la tranquilidad pública y privada para dedicarse, paralelo a su labor artística, a servirle con desinterés y amor al pueblo que lo vio nacer, crecer y desarrollarse victoriosamente en todos los campos de su actividad como hombre, por la constancia, empeño y garra que le ponía a sus ideales, pues era un gladiador incansable, para que su La Paz del alma brillara en el firmamento de Colombia.
Nació, vivió y lo enterraron en La Paz, en donde libró grandes batallas como dirigente político iniciándose como concejal, luego diputado y finalmente congresista de la mano de Alfredo Cuello Dávila; impuso con su gran caudal electoral alcaldes y concejales y jamás le dio la espalda a sus paisanos, su casa era una embajada en donde en compañía de su eterna y abnegada compañera, su esposa Nancy, también pacífica, la hija de los inolvidables pacíficos, el Chijo Zuleta y Marta Carrillo, ‘La Patrona’, como la bautizaron los pacíficos, se dedicaba, en vez de descansar de las agotadoras giras artísticas, a servirle con su mano generosa a los cientos de necesitados que acudían a pedirle favores. Por eso no acumuló una inmensa fortuna, una parte grande de sus ingresos era para ayudar al prójimo. Todos sus actos llevaban la impronta de la honradez que era su cualidad más notoria.
Fue Jorge, no un forjador de futbolistas, sino un mecenas de los deportes, un verdadero dirigente deportivo, que ojalá aquí en el Valle hubiera uno igual, que todos los días se metía la mano al dril para que muchos deportistas se hicieran profesionales. Le ponía alma y corazón a esa actividad que “lo ayudaba a vivir”, decía.
Jorge estaba en todo, en todas partes como líder, pues su actividad cívica y cultural se sentía en todos los rincones de su pueblo, desde el humilde 19 de Mayo hasta la encumbrada plaza San Francisco, pues era un verdadero dirigente cívico galardonado y reconocido muchas veces por el Concejo, Asamblea y Congreso.
Hasta dirigente religioso fue, hoy en misa adorando a Dios y mañana con La Patrona acompañándola a los ritos religiosos del mismo Dios, pero en otra tendencia religiosa; y por último, Jorge Oñate, el amigo: qué concepto tan elevado tenía Jorge de la amistad, era amigo hasta la cacha y tenía muchos en todas partes pero especialmente en su tierra; “La Paz es mi pueblo”, cantaba con orgullo, era su himno. Como quiso a La Paz, Jorge Oñate.
No digo nada de su actividad artística, todo mundo conoce su grandeza, trascendió fronteras y es universal, figurará en el Olimpo de los grandes, ese mérito no se lo quita nadie.
Majestuosa, inigualable y apoteósica la despedida que los pacíficos y amigos especialmente guajiros, su otro departamento, le dimos en sus actos fúnebres, impresionantes las imágenes de más de 5.000 personas blandiendo y azotando al viento pañuelos blancos, llorando y cantando para despedir al hijo que hasta ahora ha sido el más importante que ha tenido La Paz de sus grandes amores. Fue un acto inolvidable que siempre llevaremos en nuestra memoria, en todas las casas por donde pasó el féretro sonaba en alta voz una de sus canciones, ese recuerdo no se borra jamás.
Para todos los pacíficos mis más sentidas notas de condolencias y para Nancy, su ‘Patrona’, sus hijos, sus hermanos Gustavo y Miryam, su cuñada Elvina, al igual que sus primos encabezados por María Luisa, la querida ‘Tía Icha’ de mis hijos, mi manifestación de gran dolor por su desaparición. Lo quise mucho, fue mi amigo, lo traté y lo conocí desde niño y por eso esta nota impregnada de pesar e inmenso dolor. Paz en la tumba del hijo más importante que ha tenido La Paz, también mi pueblo.