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Jefes de debate

No sé si fue espontánea o planeada la fogosa intervención del contralor Edgardo Maya Villazón, como figura central del foro ‘El Cesar frente a la corrupción’ organizado por el diario El Pilón, pero sirvió para conjurar en mí la estupefacción sembrada a mi llegada por un colega columnista, cuando dijo que el evento era un foro de la corrupción organizado para corruptos, haciendo alusión a la presencia de un buen número de funcionaros públicos y miembros de los organismos de control del nivel departamental.

Hubo manifestaciones heroicas, se escucharon denuncias y reflexiones interesantes, conocidas por todos pero que, ante la manipulación mediática e impunidad oficial, las consentimos en el marasmo de la complicidad colectiva.

Por ejemplo, la Veeduría Ciudadana representada por el señor Alcibiades Varela hizo una completa descripción del desgreño económico y técnico en las obras financiadas con nuestras regalías, proponiendo una cultura de intolerancia contra la corrupción. Por su parte, la Corporación Transparencia por Colombia sentenció que “la corrupción afecta las condiciones de vida del individuo y sus capacidades para el desarrollo humano”, al tiempo que denunció la estrecha relación que hay entre la financiación de las campañas y los actos de corrupción presentes en las administraciones, por cuenta de la hipoteca de los funcionarios elegidos con los grandes aportantes.

Muy atento el contralor y en un episodio de grandeza hizo un acto de constricción, aceptando que las contralorías, incluyendo la que él preside, no vienen cumpliendo con las funciones para las que fueron creadas, hecho que sin lugar a dudas también ha contribuido en la desidia colectiva por falta de credibilidad en los entes de control.

Afortunadamente hoy el discurso es otro.

Confiamos en acciones inmediatas. Los “valerosos que denuncian, los que hablan, los que escriben contra la corrupción”, según palabras del alto funcionario, necesitamos ver la efectividad ejemplarizante del Estado para no seguir en la frustración de un arado en el desierto, eso sí, expuestos a las mentirosas lapidaciones morales de los que cobardemente constituyen ejércitos de cuentas fantasmas en redes sociales, con el exclusivo propósito de defender el vulgar robo al erario, en la fatal premisa, ‘que robe, pero que haga’.

Esa es la corrupción, es la podredumbre que le encuentra el precio a quien lo tiene en su afán de arropar a todos bajo el estiércol de la complicidad, eternizando la ilegalidad sobre la ambición de los que por unas migajas cambian de parecer de un día para otro. A buena hora El Pilón organizó un espacio contra la empresa criminal más difícil de combatir, más que la guerrilla o las bandas criminales que origina, donde soñamos con unos entes de control del Estado desprovistos de intereses políticos o particulares, dándole a cada quien lo que se merece y como afirmó el contralor, convirtiéndose en jefes de campaña de quien pueda levantar la frente al horizonte de la decencia administrativa. Puede ser por ahora utopía, pero hay que seguir luchando. Un abrazo.

Por Antonio María Araújo Calderón

amaraujo3@hotmail.com
@antoniomariaA

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