Revisando las estadísticas de comercio exterior del Dane, encontré que los colombianos compramos (entre enero y julio de este año) más de 3.600 millones de dólares en alimentos y bebidas importadas.
El grueso de estas importaciones fueron en maíz amarillo y soya. Pues, con el Tratado de Libre Comercio suscrito entre Colombia y los Estados Unidos, la industria avícola del país importa con muy bajos aranceles el maíz que se cultiva en los Estados de Iowa, Indiana y Minnesota, para producir 1.000 millones de huevos mensuales y unas 1.400 toneladas de pollos al año. De las 4.8 de toneladas que se consumen en el país, el 77 % son importadas.
Otro rubro que me llamó la atención fue la importación de pescados. Es preocupante, que teniendo dos océanos y tres ríos principales en Colombia, estemos comprando 35 millones de dólares mensuales en pescados traídos de Noruega, Nueva Zelanda, Vietnam, Perú y Argentina entre otros. La importación de frutas y legumbres alcanzan los US$45 millones mensuales, los aceites y grasas US$40 millones y compramos mensualmente unos US$19 millones en carnes. Como estos productos entran con bajos aranceles y subsidiados fuertemente en sus países, es prácticamente imposible competir con ellos. El alto “costo país” que tienen que pagar nuestros productores del campo, es el otro factor que impide competir en igualdad de condiciones.
Para comenzar a cambiar esta situación, el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, ha anunciado un ambicioso plan de siembras de un millón de nuevas hectáreas que deben sembrarse en los próximos tres años. Claramente, va a necesitar del decidido apoyo y compromiso de sus colegas de Hacienda, Interior, Transporte, Vivienda y Minas, para cumplir esta ambiciosa meta.
El primer cuello de botella que debe resolver bajo el liderazgo del Ministerio del Interior, es el tema de la inseguridad jurídica de la propiedad rural. Es muy difícil que la inversión llegue al campo con tantos carteles de invasores y falsos positivos de restitución de tierra. La inversión en la construcción de embalses y canales de riego para desarrollar una agricultura de exportación en la Región Caribe y una agricultura de sustitución de importación en la altillanura es una decisión que no da más espera.
Tampoco lograremos tener una agricultura competitiva si el Ministerio de Hacienda no hace un esfuerzo en asignar unos recursos importantes para el manejo del riesgo agropecuario. Hay que copiar el modelo Obama, que a punta de subsidios a la tasa de interés, al costo de la energía rural, a las coberturas de precio y al seguro agrario, logró blindar la rentabilidad de los agronegocios de sus agricultores y ganaderos.
La disminución de la sobrecarga de impuestos al sector agropecuario, es otra medida que ayudaría a impulsar la inversión y el crecimiento del sector. Si lo hicieron con los hoteleros para impulsar el turismo en las principales ciudades del país, ¿porqué no hacerlo con los empresarios del campo, que les toca asumir muchos riesgos por la inseguridad que se vive en el campo?
Si estas medidas son aprobadas por el Gobierno Nacional, es probable que el ministro Aurelio Iragorri cumpla su meta y los avicultores del país no vuelvan a importar ni una sola mazorca de los Estados Unidos.
En el tintero: Es inaceptable que en las Fuerzas Militares y en el Icbf, prefieran comprar alimento importado en vez de los nuestros.