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Homenaje y tertulia literaria

Nada hay en el entorno que no sea dimensión de lo vivido. El tiempo no es tristeza, cuando en el diván de los años la sensatez se abraza al aroma de próvidas cosechas y a la apacible armonía de las horas. En el corazón se siente el vigía sembrador de esperanzas. Todavía el rocío amanece reforestando el otoño y la vida canta hasta el penúltimo sueño.

Estas breves palabras emergieron de la gratitud y la emoción, el pasado 25 de abril, en el homenaje a mi obra poética realizado por la Institución Educativa Prudencia Daza. Fue un acto cultural sencillamente excelente. Los docentes del área de humanidades organizaron el programa para que varios estudiantes participaran declamando mis poemas. La rectora Lilia Josefa Brito, los docentes José Calleja y Nellis Jiménez hicieron didácticos comentarios de los misterios y las realidades de la poesía. El sacerdote Enrique Iceda, capellán de la institución, hizo una plegaria resaltando la obra pedagógica de mi madre Juana Bautista Mindiola de Atuesta y ofrendó por la espiritualidad y la belleza de la poesía.

El homenaje fue realizado en ambas jornadas, y me entregaron sendas placas de reconocimiento. Fue un día inmensamente feliz, un regocijo de ternura bendijo de llovizna el edén de mis sentimientos, las sonrisas del alma borraron muchas cicatrices de tristes recuerdos y la armonía de nuevas imágenes pincelaron las voces de la memoria. Gracias a los directivos, docentes y estudiantes por este homenaje, en especial a los responsables del acto: Lilia Josefa Brito, Beatriz Erika Renis, Laid Mariela Mendoza, Leonor Izaguirre, Nelly Jiménez, Amada Pinzón y Cecilia Herrera.

En el acto me acompañaron dos personas importantes en mi vida poética: Joaquín Pertuz, quien cantó mis ‘Décimas a Valledupar’, y el periodista de Radio Nacional de Colombia, Éder Nicolás Araújo, quien fue mi alumno en el Instpecam y el primer declamador de mis poemas; ahora también viene transitando por la ruta de la composición, es autor del merengue ‘El rey de las mujeres’ que grabó, hace un par de años, Peter Manjarrez y Sergio Luis Rodríguez.

Después con familiares y amigos celebramos con una tertulia literaria. Éder Nicolás Araújo, evocando sus años juveniles cuando concursaba en las ‘semanas culturales’ en colegios de Valledupar, declamó el poema ‘Oda al acordeón’. Mi sobrino Juan José Atuesta cantó el merengue ‘Oye viejo, oye papá’: “Dices que el atardecer/ se apodera de tus días/ el que aprende a envejecer/ nunca pierde la alegría. / El vestido no hace al monje/ ni la plata hace milagro/ de nada vale el renombre/ si no eres un hombre honrado/.

Uno de mis primos, aficionado a la literatura, narró esta parodia de un cuento de Jairo Aníbal Niño: “Un gobernante se paseaba por el mercado público en proselitismo de campaña reeleccionista. De pronto se dio cuenta de que su fino reloj había desaparecido.  Se empinó en uno de sus zapatos de charol y vislumbró el correr apresurado de un muchacho. Con todas las fuerzas de sus pulmones, gritó: ¡Agarren al ladrón! ¡Todos atrapen al ladrón! ¡Quítenle todo al ladrón!

Entonces, la muchedumbre se abalanzó sobre el gobernante, y su guardia personal sólo pudo rescatarlo semidesnudo entre la multitud”.

Por José Atuesta Mindiola

 

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