Desde finales de la década de los 80´s, cuando tenía entre 7 y 8 años, empecé a interesarme por el fútbol. En aquel entonces la selección Colombia llevaba más de 26 años sin ir a un mundial, y el de Italia 90 era la gran meta de un país que estaba consumido por la guerra y el terror. Logramos la tan anhelada clasificación gracias a jugadores como ‘El Pibe’ Valderrama, René Higuita, Albeiro Usuriaga, entre otros.
Luego, en junio de 1990, la fiebre del fútbol me invadía y ocupaba completamente mi tiempo, y aunque a nivel internacional eran famosos los nombres de Diego Armando Maradona, Lothar Matthaus y Enzo Francescoli, yo me interesaba por conocer más sobre aquel muchacho brasilero que 30 años atrás había deslumbrado al mundo entero.
Su nombre era Edson Arantes Do Nascimiento, pero todos lo llamaban ‘Pelé’. Había nacido en una pequeña población llamada Tres Corazones en el estado de Minas Gerais, el 23 de octubre de 1940. Antes de cumplir los 18 años ya había logrado el sueño de todos aquellos que querían jugar fútbol, había ganado un Mundial, el primero para Brasil, en un país lejano, en una final emblemática frente al equipo local. Pero era solo el inicio de su increíble carrera, llena de obstáculos, lesiones, triunfos, tristezas y alegrías. Dos Mundiales más serían parte de sus trofeos, logro que hasta el momento nadie ha podido igualar; varios campeonatos con el Santos, su equipo de siempre, y por supuesto, la gran hazaña de haber logrado lo impensable, aquel 19 de noviembre de 1969, llegar a los mil goles (aunque la FIFA le reconoce 757 anotaciones oficiales).
Para un niño de ocho años, en una época en donde no era fácil tener acceso a videos de años anteriores, ver las maravillas que Pelé hacía, era sencillamente alucinante. Motivaba verlo jugar, llamaba la atención sus gambetas, la velocidad para encarar rivales, pero, sobre todo, la rapidez mental que lo hacía diferente, único. Podíamos ver grandes jugadas como “el gol que no fue” frente a Uruguay en México 70, o el sombrerito en la final frente a Suecia en el 58, o el cabezazo letal contra Italia donde nada pudo hacer el portero Albertosi.
Pelé, hoy te recuerdo con mucha alegría, a pesar de tu partida, porque marcaste mi gusto por el fútbol, porque me hiciste querer un deporte que vivo con pasión, y que disfruto partido tras partido. No entro en el dilema de compararte con otros, de intentar analizar si fuiste el mejor, solo disfruto tus videos, y como buen amante del fútbol también disfruto a los grandes que vinieron después de ti, porque dejaste el listón muy alto y todos quieren alcanzarlo.
A pesar del dolor que puede causar tu muerte física, en este momento solo te digo: “Gracias, O Rei, ¡gracias!” Email: daza_jj@hotmail.com
Twitter: @juanjodaza
Por Juan José Daza