¿Hasta qué punto son tolerables los celulares en las instituciones educativas y -en particular- en las aulas de clase? Este interesante tema ha generado una fuerte polémica en el sistema educativo, entre padres de familia, entre los niños y jóvenes, y por supuesto entre docentes y alumnos. El debate es en todo el mundo, prácticamente. Se inició en Francia, por iniciativa del primer Ministro Enmanuel Macron, pero ha llegado a Colombia, en buena hora, por un Representante a la Cámara, Rodrigo Rojas, que argumenta que estos benditos, – ¿o malditos?-, aparatos, deben ser restringidos en las aulas de clases, debido a que disminuyen la atención, generan adicción y afectan el proceso de aprendizaje.
El tema no se debe tomar a la ligera, es un asunto de fondo. Los celulares, esos benditos aparatos que hoy son el centro de atención de todos: hombres y mujeres, grandes y chicos, en todo el mundo, gracias a su conexión con la Internet y las redes sociales. Estos han cambiado, para bien o para mal, la vida cotidiana en la sociedad de hoy.
Nadie se imagina la vida sin celulares, pues bien, hace 20 años no existían y la tierra giraba y las cosas funcionaban con normalidad. Hoy, la gente no puede dejar los benditos aparatos ni en el cine, ni en una misa y ni en un velorio. Todo el mundo quiere estar conectado a toda hora y en cualquier sitio. Ya no queda tiempo de pensar, de reflexionar ni de conversar, decía el extraordinario escritor Ernesto Sábato.
Sería absurdo negar los beneficios de la telefonía celular: comunicación instantánea, con cualquier persona en cualquier parte, envío de textos, chat, audios y videos, acceso a internet, acceso a la radio y la televisión, entre muchas otras funciones beneficiosas; pero, no se puede negar que requiere concentración y que, en el trabajo, y en las aulas de clases, le resta concentración a las personas, y en el caso que nos ocupa al proceso de enseñanza-aprendizaje, que por sí es complejo e inestable. Hoy, los estudiantes no se concentran mucho por periodos largos y son múltiples los factores de distracción.
Sin duda, los celulares les permiten a los estudiantes realizar tareas que antes les facilitaba un computador: acceder a Internet, consultar cualquier información, pasar un dato, realizar una tabla de Excel, escribir un texto, realizar un chat, etc; pero, en el momento mismo de la clase, disminuye esa atención del alumno al profesor, cuyo rol cambió, y mucho, y ya no tiene el protagonismo de antes; hoy en día es un facilitador, motivador del acceso de los estudiantes al complejo mundo del conocimiento.
En mi opinión, muy personal, con base en mi experiencia de académico desde hace más de treinta años, en algunos casos el aparato celular es un instrumento de información, de transmisión de datos y acceso a la Internet, en temas académicos y científicos. Es una ayuda y como tal también debe ser vista por los docentes; pero, en determinados momentos hace falta restringirlo, hasta cierto punto para que no afecte el proceso de enseñanza en las aulas y la calidad de la educación, en ese escenario.
La polémica será intensa, el debate apenas se inicia. Por supuesto, hay que escuchar a los docentes, a los padres de familia y –por supuesto- a los estudiantes, para quienes el celular es mucho más que un teléfono, es un elemento esencial e intrínseco de su vida cotidiana; por el mismo se informan, se comunican, se expresan y tienen contacto con el mundo, que hace rato se convirtió en una aldea global.
Por: Carlos A. Maestre Maya*
Comunicador Social-Magister en Economía.