Cuando dentro de los 17 objetivos de desarrollo sostenible del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se estableció en el quinto de ellos “La Igualdad de Género”, se pretendió “poner fin a toda forma de discriminación contra las mujeres” y con eso demostrar que empoderarlas tiene un efecto multiplicador, lo que a su vez ayuda a promover el crecimiento económico y el desarrollo a nivel mundial. Es decir, entre otras cosas, que la vocación de poder, sea un anhelo para la mujer y se construya de forma permanente como un camino a seguir.
Pero que la vocación de poder nos lleve muchas veces a cometer errores, no es la idea; que de muy capaces pasemos a muy estúpidas, mucho menos.
Esto es precisamente lo que está pasando en el país, donde sobre todo en los municipios y departamentos, es decir en lo territorial y en especial en lo público; gobernadoras, alcaldesas, secretarias de despachos, funcionarias directivas del nivel desconcentrado y hasta ilustres senadoras, empiezan a enredarse. De estrellas a estrelladas.
Es innegable que en nuestro país existen excelentes mujeres profesionales y capaces administradoras, pero tambien es una realidad que a menudo algunas son utilizadas como fusibles.
No son más de 65 años desde que en el país se nos permitió a nosotras votar. No hemos tenido mujeres en el máximo cargo del país y en la cabeza de más de un organismo de control, e incluso, en la de varios Ministerios, ha sido excepcional la presencia de la mujer.
La transformación de la mujer en la sociedad colombiana, en términos de espacios de poder ha tenido altos costos, y mucho más en sociedades como la cesarense. Es por ello, que quien siendo mujer llegue a espacios de toma de decisiones en el Cesar o en cualquier municipio o departamento del país, debe hacerlo con la conciencia y responsabilidad que amerita el hacer las cosas bien. No queremos ver mandatos de mujeres en cuerpo ajeno o delegaciones de funciones donde a la delegataria no la deje pensar y actuar el delegante. Si bien se ha pagado un alto costo, queremos sentir que ha valido la pena cuando alguna llega al poder.
Bienvenida la vocación de poder para nosotras; pero no en términos de fusibles. Si no mandamos y administramos con autonomía, responsabilidad, seriedad y honestidad, nos podemos quemar.
Fusible que se quema, fusible que se cambia. Un cable a tierra evita un shock eléctrico, mucho más en lo público donde el principio de legalidad sólo permite a los servidores públicos hacer aquello que está estrictamente permitido en la Ley y nada más.