Por: Fausto Cotes N.
Oía estas expresiones en boca de un amigo muy apreciado.
— ¿Qué te pasa? ¿por qué me dices eso? Le pregunté preocupado, y que bajo un entendimiento claro por aquel estado de desconsolación y porque el resplandor de su rostro coronado de una mirada triste, de inmediato me puso en contacto con su tristeza y con la tristeza de las almas invadidas por el desamparo, que en los años seniles se manifiesta en su debilidad emocional, no por la presencia de la muerte, sino la mayoría de las veces, por la presencia de la soledad con todos sus formalismos.
—¿Estoy enfermo y solo, de tanta familia y amigos he quedado solo! —
Cuando se está solo y además sentimos la presencia de estarlo es cuando la nostalgia nos invade y acaba por mostrarnos la peor clase de pobreza que se pueda llevar a cuesta. ¡La pobreza del alma!
Después de haber servido a tanta gente, observa cómo estoy, donde solo las lágrimas me ayudan tal vez a limpiar mi alma de tantos pecados. Sé que cometí muchos desaciertos, desatenciones y poco afecto por los que me rodeaban, pero serví a muchos.
Me sobresalté por la medida en que manejaba su llanto al ritmo también de su amargura, que, haciéndole de abrigo, le abría camino inconsciente a cualquier acto de locura por la depresión albergada.
—Ten calma le dije — Toma las cosas con serenidad, entiendo tu estado emocional, ten en cuenta que en la vida por muy indiferente y contrario a los principios normativos que uno haya practicado y manifestado la fe y el arrepentimiento nos ayudan con alguna mano amiga, que nos sirva por lo menos, para lograr alguna posición menos atormentante, aunque sea por corto tiempo, pero nos la tienden—.
Una de las cosas buenas de Dios es que cuando hay arrepentimiento, hay perdón y consuelo como remedio infalible.
Mi amigo……, había gozado de muchas oportunidades, algunas aprovechadas y otras malgastadas por su ignorancia negativa y formación familiar, en donde la vanidad de unos pocos pesos no se resistió ante el placer y empezó a olvidarse de aquellos compromisos que depara la vida social y que hoy está pagando con el peso de sus amarguras y de sus lágrimas y de su soledad.
En la vida se cometen muchos errores, donde hay oportunidades para resarcirlos como también para continuarlos y cuando no se tiene una preparación que nos permita entender que la familia, aunque no sea perfecta, debe ser unida, vivirá uno expuesto a la soledad.
Entonces, pensé en lo que es la familia…Una familia es una multitud de gente que bajo una afinidad congénita o afectiva busca la protección y amparo de sus pasiones para enmarcarlas siempre con actos buenos y de beneficio común que permitan a uno para que, en los momentos críticos, la esperanza de que no aparezca la soledad se haga realidad.
Cuando uno está solo es realmente libre, pero si está acompañado también hay la posibilidad del afecto o del desprecio en donde ambas situaciones necesitan el manejo del pensamiento unido.
La soledad está vinculada a la incomprensión, inseguridad, la tristeza cuando las personas que nos rodean no comparten nuestros valores ni aceptan los defectos; es un estado emocional y mental que aún en compañía nos domina, porque estar solo o andar solo, deprime y nos acerca al peligro.
La verdad es que no estamos solos en parte alguna, todos tenemos nuestras propias costumbres, creencias, amigos, sentimientos y dolores que en una u otra forma siempre nos harán compañía. La soledad nos hace amigos de nosotros mismos y así podremos enfrentar las amistades con los demás, desafortunadamente a veces no queremos conversar a solas.
—Entonces amigo, es tiempo que aproveches tu soledad para analizar porque no te huye, no vaya a ser que le huiste muchas veces a la soledad de tu familia cuando necesitaba de tu abrigo. —,…. Así me dije en la profundidad de mis pensamientos donde la imaginación buscaba respuesta inmediata a su tristeza.
El hombre empieza a sentirse solo cuando teme a sus propias actuaciones. La soledad no consiste en quedar o estar solo, es abandonar el espíritu, es encontrar el vacío del alma, es haber vivido una vida sin compasión por los demás, donde las emociones de un machismo descontrolado son superiores a la fuerza del propio ego.