Algunos hechos que han escandalizado nuestra sociedad, producto de los desaciertos que en que ha incurrido el aparato investigador del delito en nuestro país, nos hace pensar que el sistema penal no está funcionado nada bien, que está algo desajustado y como es lógico, ese mal funcionamiento trae como consecuencia graves afectaciones al derecho a la libertad. Hoy es común ver como los medios de comunicación informan y hacen público nombres de personas honestas de conductas próvidas convertidos en delincuentes de la noche a la mañana por los abusos y las falacias de los informes criminalísticos de muchos funcionarios judiciales a quienes se les encarga la fase de investigación, sin la mayor precaución. Muchos son los casos en los que se está acusando e incluso condenado sin pruebas, con informes mentirosos, manipulados que terminan en juicios sofísticos y carentes de razonamiento jurídico lógico. Casos como el del humilde carpintero de San Vicente del Caguán Ariel José Martínez, detenido en la cárcel la Picota de Bogotá, acusado de lavado de activos a través de redes informáticas. Según la Fiscalía, este discreto señor hacía parte “de una organización internacional conformada por expertos del sector financiero y bursátil que realizaron operación de lavado de activos utilizando sus cargos directivos en las entidades financieras colombianas”, cuando el humilde hombre ni siquiera sabe prender un computador como lo expresó en una entrevista de un emisora radial.; por fortuna fue suspendida la orden de extradición que pesaba en su contra. Muy seguramente el Departamento de Justicia de los Estados Unidos pudo verificar que la “producción y mercancía” de la que conversaba Ariel José por su celular, no se refería a lavado de activos, sino a las camas, mesas y sillas, elaboradas por éste, en su modesto taller de carpintería. Otro de los casos insólitos por causa de esos errores judiciales, fue el de Gabriel Consuegra Martínez quien se dicaban a la compra y venta de plátanos en un populoso sector de Barranquilla, quien fuese capturado junto con un hijo suyo por agentes del extinto DAS y de la DEA en junio de 2005; acusados de lavar dinero mediante cuentas bancarias en el Caribe, también por fortuna en junio de 2007 un tribunal de Manhattan los absolvió; pues los vendedores de plátanos seguramente demostraron que los “verdes de los que hablaban por teléfono” no eran “dólares” sino plátanos verdes. Estos fatales errores hacen pensar que es urgente tomar medidas para que estos desaciertos no se cometan y hagan daño a la sociedad y a la familia que es en última la que más padece este calvario, pues el daño moral que se les hace es irreparable. Todo esto hace pensar que tenemos una justicia penal muy equivocada, pero que además se hace necesario e inaplazable tomar acciones tendientes a mejorar, depurar los medios y técnicas de recolección de la prueba, restituir las garantías de los procesados, constitucionalizar los procedimientos de verdad y humanizar el operador judicial; mejor dicho hay que purificar la justicia.