Permítanme, amables lectores, abrir el editorial de hoy, con la trillada frase: Érase una vez, con la que suelen iniciar los cuentos infantiles, para referirme a un señor que hace más de cinco lustros se desempeñó como fiscal general, sí, el mismo cargo al que acaba de renunciar el señor Néstor Humberto Martínez Neira, para iniciar su campaña rumbo a la Casa de Nariño. Pues bien, ese anciano enjuto, de albos cabellos, tez caucásica y de voz añeja, se caracterizó por sus posiciones firmes, su franqueza, verticalidad y firmeza en la lucha contra el narcotráfico, en una sociedad hipócrita que, por aquel entonces, como ahora, manejaba con mucha pericia el tema de la doble moral. Ingenuamente, el gallardo anciano, logró golpes importantes contra el cartel de Cali, y otros carteles de la época.
Faltaba mucho tiempo para que apareciera en escena, el elefante del proceso 8.000, en donde quedó plenamente demostrado que la campaña presidencial de Ernesto Samper Pizano, fue financiada por los hermanos Rodríguez Orejuela, capos del Cartel de Cali, faltaba aún más tiempo, para que irrumpiera en la vida nacional, un siniestro personaje con una meteórica carrera política, que inició en la Aeronáutica Civil, y que le permitió llegar a la Presidencia de la República, todavía no se oteaba, por aquel entonces, los fuertes nexos del narcotráfico con los grupos armados al margen de la ley, y tampoco estaba la polémica de la aspersión con Glifosato. En ese contexto, nuestro venerable anciano, dimensionando las monstruosas proporciones del narcotráfico como fenómeno delincuencial multinacional, expresó: “la guerra contra el narcotráfico se perdió”.
Traigo este cuento a colación, que no es cuento, porque por estos días el expresidente y nobel de paz Juan Manuel Santos Calderón, en una entrevista en Lisboa, a propósito del lanzamiento de su libro “La batalla por la paz” expresó: “La guerra mundial contra las drogas se perdió”. Palabras que de inmediato me hicieron entrar a la máquina del tiempo, y revivir la historia que acabo de contarles, cuyo protagonista no es otro, que el señor Gustavo de Greiff Restrepo, primer Fiscal General de la Nación, quien regentó el cargo desde 1992 a 1994, y que sin lugar a dudas nos invitan a reflexionar acerca de la viabilidad de la legalización de las drogas. La de Greiff y la de Santos, son dos épocas distintas, separadas por casi treinta años, que nos invitan a una seria reflexión sobre este tema. darioarregoces@hotmail.com
Nota de cierre: La Fundación Universitaria del Área Andina, con sede en esta ciudad, solo concedió un día para la cancelación de matrículas ordinarias, en un acto que califico de mala leche. Esperemos que nuestras autoridades se den a la tarea de confirmar esta información y se tomen los correctivos del caso.