Por Silvia Betancourt Alliegro
Me propongo introducir parte del pensamiento transportado desde la sencillez del Tao, quizás porque mi alma ciudadana ha encontrado algo de descanso en él. Y además, me ha brindado claridad sosegada con respecto al espacio temporal en que habito. Hay que empezar por lo que decreta nuestras venturas y desgracias: la política:
“Gobernar un gran Estado, es como freír pececillos: con suavidad.
.Si el sabio y los hombres no se dañan mutuamente,
la virtud los reúne a ambos y crecerá el reino”.
Estas frases están que ni mandadas a confeccionar para todos lo santos y lobos de cepa colombiana, que están haciendo esfuerzos mentales y lingüísticos (reeditados) para anestesiar a las masas que son adictas a ser conducidas por frases grandilocuentes y contundentes -usadas cual armas- especialmente en tiempos cercanos a elecciones.
Sería bueno que se sumergieran en los humildes consejos milenarios:
“Los antiguos sabios y maestros
eran sutiles, agudos y profundos.
Prudentes, como quien cruza un río en invierno.
Cautos, como quien teme a todos en su derredor.
Reservados, como invitados en casa ajena.
Indiferentes, como el hielo que se derrite.
Sencillos, como un tronco de madera.
Abiertos, como un valle”.
Y nos narra lentamente, con extrema dulzura, las consecuencias de los malos gobiernos, que según mis evocaciones, han sido todos:
“En la antigüedad, los mejores gobernantes
pasaban inadvertidos por el pueblo.
A estos les sucedieron otros menos grandes,
que fueron adulados y respetados.
Luego vinieron los que eran temidos.
Y finalmente la peor clase, los que son despreciados”.
Y para que no nos quepan dudas, dice, en la ‘Degradación de la Virtud Suprema’:
“Con la inteligencia y la erudición
prevalecen las grandes hipocresías.
Cuando no existe la armonía natural
desaparecen el amor y la piedad.
Cuando el reino está en discordia
y hay revueltas
no hay lugar para los ministros leales”.
Creo que El Creador no se equivocó cuando prohibió probar del Fruto del árbol de la ciencia a sus creaturas, y el Tao me corrobora en ello:
“Suprime la sabiduría y el conocimiento,
y el pueblo se verá beneficiado.
Suprime el deber y la moral,
y el pueblo volverá a la piedad y el amor.
Suprime la habilidad y la ambición,
y dejará de haber bandidos y ladrones”.
Y desde la “Vida Simple”, nos da pautas para la liberación:
“Por esto, enseña lo sencillo,
abraza lo auténtico,
disminuye el egoísmo,
abandona lo erudito,
reduce los deseos,
y no habrá ansiedades”.
*TAO: su origen ¡también! proviene de una leyenda que establece la existencia de tres fuerzas: una positiva, otra negativa, y una tercera conciliadora, se conocen como el Yin, el Yang: conceptos capitales de la filosofía china. Son dos principios opuestos y complementarios a un tiempo, que constituyen el fundamento de todas las cosas y se manifiestan en todos los casos de contrariedad mundana (mujer-hombre, bien-mal, alto,-bajo, etc.); y el Tao, es la fuerza superior que las contiene.