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En Ikarwa la educación se soporta sobre viejas guaduas

Sin medios tecnológicos y material didáctico, la comunidad arhuaca decidió continuar con la virtualidad. Foto: Joaquín Ramírez.

Tras los casos masivos de contagios de coronavirus en Valledupar se tomó la decisión de suspender la alternancia educativa, razón por la que los estudiantes continuaron sus estudios de manera virtual. 

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Sin embargo, en zonas veredales muy poco cuentan con los equipos tecnológicos, redes de comunicación, materiales didácticos y todo aquello fundamental para la educación online, por lo que las instituciones se encuentran ‘entre la espada y la pared’, tal es el caso de la comunidad Ikarwa, conocida como Besotes, un pueblo indígena de la región ubicada en el corregimiento de Sabana Crespo, jurisdicción de Valledupar, que decidió continuar bajo la modalidad presencial debido a la falta de insumos tecnológicos.

Aunque para que un modelo semipresencial se ejecute los espacios educativos deben cumplir con ciertos requisitos en sus instalaciones, tales como buenos espacios con ventilación, lavamanos, infraestructura estable, entre otras adecuaciones para lograr desarrollar los protocolos de bioseguridad. 

No obstante, las fallas en la infraestructura educativa es un problema que por años ha aquejado a esta comunidad arhuaca y que, dada la situación de la pandemia, pide colaboración para optimizar el centro educativo del que son partícipes aproximadamente 100 niños. 

Cabe anotar que debido a la decisión tomada por el municipio, respecto a la alternancia educativa, el servicio de transporte estudiantil de esta región fue suspendido, por lo que los infantes se someten a largas caminatas, atravesando incluso un pequeño río, para recibir sus clases. 

“La buseta funcionó tres semanas y hace aproximadamente un mes dejó de transitar. 30 niños eran transportados y ahora deben caminar durante tres o más horas para dar sus clases. Deben llegar y devolverse caminando porque no todos viven cerca”, manifestó Juan Emiliano, docente de matemáticas.

ESCUELA GEYGEKUN

Compartiendo docentes y aulas con otros grados, en cuatro salones sin fluido eléctrico, paredes deterioradas por el tiempo y techos de bahareque que se sostienen con guaduas, haciendo presión en el suelo; con pupitres, tableros y mesas en malas condiciones, los niños arhuacos de 6 a 15 años de edad cursan con tenacidad sus grados escolares. 

“La escuelita nunca ha recibido apoyo del Estado. La semana pasada fue postulada en la Alcaldía para recibir mejoras porque está hecha de bahareque y está que se cae. Esa infraestructura la donó una persona particular. Ya llevan muchos años con la escuela en ese estado”, asegura Yeimy Alejandra Izquierdo, habitante de la comunidad e ingeniera industrial de profesión.  

Dada la falta de materiales didácticos y tecnológicos para dejar de lado la presencialidad, dentro de la comunidad se habló y se acordó dar clases todos los días e implementar protocolos de bioseguridad en la entrada de la escuela. 

 “El municipio dice que se deben dar las clases virtuales, pero como se hace si acá no tienen ningún medio tecnológico, ni los docentes cuentan con eso, mucho menos los niños”, agregó Izquierdo.

LIMPIEZA TRADICIONAL

Después de tres horas caminando, expuestos al peligro y oscuridad de la madrugada, los estudiantes indígenas de la escuela Geygekun llegan a su destino académico y un mamo les realiza un proceso de inmunización, según ellos, como método de prevención para el covid-19.

Manifiestan que todo lo negativo debe dejarse en el portón para que las malas energías y cualquier enfermedad no entren en sus territorios. 

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Inicialmente, junto al humo procedente de leña y plantas medicinales, se descargan las energías para pasar al siguiente filtro de desinfección. Seguidamente se hace un ‘baño’ con una variedad de plantas, entre las que están anamú y limoncillo especiales para gripes, fiebres y demás que hierven durante todo el día.

El objetivo de este ritual es “quitar toda peste, energías negativas y cualquier tipo de enfermedad que sea traída del exterior”. Bajo el agua caliente corriendo por el cuerpo, la comunidad indígena Ikarwa inicia su proceso de inmunización. 

Posteriormente, se debe tomar una bebida de la misma procedencia. “Tomar estas aguas ayuda a combatir enfermedades, fiebres y demás malestares del cuerpo”, acotó Elkin Torres, mamo que lleva muchos años realizando estos procesos. 

Finalmente en un espacio se agradece, pide perdón y se conecta con la naturaleza en una conversación consigo mismo, con el fin de fortalecer la espiritualidad de quienes hacen el ritual de inmunización. “Se debe pasar el algodón cubierto con las manos, sobre todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies para descargar todo el mugre y después pedir perdón a la madre naturaleza porque le están sacando petróleo, que son sus huesos”, añadió.

EL ÁNIMO PARA ESTUDIAR 

Indiscutiblemente la perseverancia, tenacidad y ganas de estudiar caracterizan a estos estudiantes rurales. Quienes bajo el término ‘Kureni’, que significa rápido, apresuran su paso para llegar temprano a las clases y aprender matemáticas, la lengua materna (Ika) ciencias naturales, sociales, español y artesanías. Esta zona a pesar de estar ubicada cerca de Valledupar, pocos niños manejan el idioma natal, por lo que los docentes dictan clases en ambos lenguajes. 

Eduana, una niña de 14 años, la cual cursa tercero de primaria, asegura que su escuela es bonita sin importar las condiciones en las que esté y que su asignatura favorita es naturales.

Para completar la suma de problemas no cuentan con fluido eléctrico, por lo que en las aulas hay proliferación de insectos y el calor que los desespera. “Tenemos que aguantar. Las condiciones son deplorables”, indicó Román, docente de la escuela. 

Los pupitres, mesas y tableros fueron donados hace mucho tiempo, y con el paso del tiempo también han mostrado signos de desgastes. El salón comunal se suma a la extensa lista de condiciones paupérrimas en las que se encuentra Geygekun. 

“Está hecho en guaduas y las paredes son hechas en el mismo material y una ‘capita’ de cemento. El comedor presenta dificultades, que ponen en riesgo el bienestar de los más pequeños”, subrayan los docentes. 

Los docentes tienen el reto de desarrollar motivación en los niños para que sigan estudiando, pese a tener escasos insumos y materiales. Aseguran que no es una posibilidad dejar a los menores sin estudios. 

SU ZONA DE RECREACIÓN

Llantas pintadas, troncos de árboles y piedras, conforman el sitio de diversión de los estudiantes indígenas, pese a todos los escenarios deplorables del centro educativo, los infantes buscan la forma de ver el lado positivo de todo.

Por más de 10 años la escuela ha presentado un peligro para docentes y estudiantes. Foto Joaquín Ramírez.

“Los niños desarrollan su proceso espiritual y educativo, pero todo lo hacen con un esfuerzo y unas limitaciones, a nivel de infraestructura y materiales”, señaló Izquierdo. 

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“Yo estoy ayudando a la escuela, pero la idea es fortalecer la comunidad. Principalmente necesitamos apoyo e iniciativas para la escuela”, agregó.

POR: KETTY GUTIÉRREZ MAESTRE/EL PILÓN

Categories: Crónica
Ketty Gutierrez: