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El que ríe de último…

“Preparas mesa para mí en presencia de mis angustiadores…”: Salmo 23,5.

En ocasión de conocidas discrepancias, pensando en la naturaleza humana; hoy, me atrevo a escribir acerca de la vindicación. Entendida como venganza o derecho que puede tener una persona de defenderse o recuperar lo que le pertenece.

Todos pasamos por situaciones en las cuales somos tratados injustamente. Chismes, injurias, calumnias, cuyo propósito es hacernos sentir mal y dañar nuestra imagen ante el colectivo. La respuesta normal es defenderse, devolver el golpe y pagar con la misma moneda. Nuestra naturaleza clama venganza. Nos gusta ajustar cuentas.

Pero Dios ha dicho: “Mía es la venganza y la retribución”. Esto significa que Dios intervendrá en el asunto. Enmendará nuestros errores y equivocaciones y compensará cada injusticia recibida. Él es un Dios de justicia.

Si nosotros sacamos nuestras manos del asunto y permitimos que Dios meta las suyas, seremos los últimos en reír. Podemos vengarnos nosotros mismos o dejar que Dios nos reivindique, pero no podemos tener ambas cosas. ¡No nos venguemos nosotros mismos, sino dejemos todo en las manos de Dios!

Amados amigos: Esto parece difícil de aprender. Pero si permanecemos confiados en el amor de Dios y no desperdiciamos el tiempo tratando de justificar nuestras acciones, dando explicaciones de todo y tratando de vengarnos de quienes nos critican o hacen daño; entonces, Dios promete reivindicarnos y ser nuestro ayudador.

Recuerdo la historia bíblica de David: Ya ungido rey de Israel, fue sometido al escarnio y la persecución de Saul, rey en propiedad; quien no solamente era injusto, sino que intentaba matarle. Pero, David nunca se levantó contra Saúl, sino esperó el tiempo de Dios para su reivindicación. Me pregunto: ¿Cuántos de nosotros, al igual que David, fuimos ungidos para hacer cosas grandes, desarrollar liderazgos, ocupar cuadros de honor y cumplir los sueños; pero no pasamos la prueba porque estábamos ocupados vengándonos de quienes nos hicieron daño? Cada uno de nosotros, tiene su propio Saúl, quien procura desacreditarnos o apartarnos. ¿Nos vengaremos o pasaremos la prueba?

El procurar vengarnos nosotros mismos, nos roba la energía y produce distracción, haciéndonos desenfocar del verdadero objetivo. Mi consejo sincero, es que evitemos la trampa de la venganza y permitamos que sea Dios mismo quien nos reivindique.

En el verso del epígrafe, Dios no solamente nos vengará y enderezará las ofensas, sino que también nos bendecirá en presencia de nuestros enemigos. Si pasamos por alto las ofensas y no tomamos en cuenta las palabras negativas, Dios tendrá preparada una mesa donde estamos invitados.

Los enemigos o detractores no podrán robar nuestro gozo. Plantarán dudas y sembrarán juicios descalificadores, pero la promesa de Dios es que quienes nos obstaculizan e intentan derribarnos, nos verán disfrutar de su favor y misericordia de maneras sorprendentes.

La reflexión conclusiva es: Sin importar el tamaño de la ofensa, no tomemos el asunto en nuestras manos.

Permitamos que Dios sea nuestro vengador. Así, quienes, en su soberbia, nos descalifican y pronostican que fracasaremos, nos verán teniendo éxito y alcanzado los sueños.

Es posible que estemos rodeados de críticos, negativos, murmuradores, traidores, insatisfechos y celosos que dicen que nunca lo lograremos; pero, si confiamos en Dios y renunciamos a la venganza por nuestros propios medios, Dios se asegurará de que nos vean sentados a su mesa.

Dejemos que Dios sea nuestro vengador. Que Dios enmiende cada ofensa recibida. Y por dura que sean las circunstancias, recordemos que Dios es fiel y al final, final, Él traerá justicia a nuestras vidas y reiremos de último, y el que ríe de último…

Abrazos y muchas bendiciones en Cristo…

Por Valerio Mejía Araujo

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