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El primer soldado

Escribo esta columna un día después de la elección presidencial, luego de haber llorado mucho, de haber sentido inmensa rabia; escribo el lunes festivo al trasegar la etapa de la negación. Pero no por eso quiero dejar perder lo que ha pasado por mi cabeza en estas horas aciagas. 

Pueden decirme lo que quieran pero me niego a aceptar a Gustavo Petro como mi presidente. No apoyaré, por ningún motivo, a un gobierno que va a hacer todo lo contrario a lo que me dictan mis principios, a lo que he promulgado de manera vehemente durante más de 30 años. No…

No acepto que una persona, con pasado y presente criminal, sea la cabeza del ejecutivo. Un antidemócrata no puede ser presidente de Colombia. Y el señor sí es un antidemócrata: el sólo hecho de ser guerrillero muestra el desconocimiento a las instituciones y el rechazo total a medirse en las urnas. Otra cosa es que se cansó de que lo detuvieran y terminó aceptando las reglas del juego que hoy, gracias a inmerecidas amnistías y a un proceso de paz ilegal, nos tiene con el futuro menos esperanzador de nuestra historia republicana.

No me creo el cuento de los industriales que salieron el domingo en la noche a hablar de trabajar juntos. No se les cree nadie ese cuento, sólo piensan en mantener sus negocios, sus privilegios, quieren aportar a crear un clima de estabilidad que no existe ni va a existir. 

Lamento decirlo pero falta en el consejo gremial una postura que defienda las instituciones, la democracia, una voz firme que salga públicamente no a pedirle a Petro sino a exigirle, respeto por la Constitución y la ley. 

El único sensato que le dijo a Petro lo que había que decirle el mismo domingo fue ‘Fico’. Claro, contundente, el hombre sí sabe lo que se nos viene encima y no se guardó nada. Que se vaya en 4 años, que no haga más daño, que después de semejante asco de campaña respete lo que siempre ha querido destruir: “…la propiedad privada, la libre prensa, la iniciativa empresarial, el ahorro de los colombianos, a los opositores y a quienes pensamos muy diferente a usted” Impecable, gracias por haberlo dicho.

Y el 20 de junio después de mediodía escuchamos otra voz sensata, la del embajador en Estados Unidos, Juan Carlos Pinzón: “No trabajaré con el siguiente gobierno, tan claro como eso” Muy bien dr. Pinzón, al pan pan y al vino vino. Este tema de que hay que hacerlo por el país es pura macumba, ese gobierno estará plagado de delincuentes, de hampones, hombres serios como Pinzón no pueden caer tan bajo. Bien por usted señor embajador.

El presidente Duque, al que sin duda alguna extrañaremos no sólo los que votamos por Rodolfo sino muchos otros también, incluidos votantes de Petro cuando los indicadores económicos nos afecten el bolsillo a todos, también se anticipó a lo que viene y le dijo: “A nadie eligen presidente para hacer lo que le venga en gana”. Muy cierto, pero no olvidemos que la maldita cartilla del Foro de Sao Paulo no disfruta desarrollarse en las democracias sino en las dictaduras. Ellos hacen lo que les da la regalada gana.

Nos salió bien caro lo de Rodolfo Hernández. Se metió en este proceso electoral como si fuese un juego, se sorprendió al pasar a la segunda vuelta, no tuvo capacidad de reacción ante la recua del Pacto Histórico y quedó pasmado. Fue un idiota útil de Petro y en vez de recoger los más de 10 millones de votos que obtuvo, representarlos con carácter y exigirle a Petro respetar la institucionalidad y anticiparle que vigilará cada paso que dé, que le respirará en la nuca, dijo 2 babosadas desde su finca y se fue rápido a la piscina. Ese viejito nos fregó a todos. Es el gran culpable.

Me niego a ver cómo el país que con tanto esfuerzo hemos ayudado a construir se venga abajo, de repente, porque una élite mamerta quiere sentirse generosa con el pueblo -pero sin dar un solo peso porque ahí sí huyen- y me niego a que una juventud perezosa siga deambulando por las calles perdiendo el tiempo, metiendo droga, sin estudiar y tirando piedra. “Estudien vagos”, les dijo una amiga. 

Aquí tiene la oposición férrea a Petro a su primer soldado. 

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Jorge Eduardo Ávila: