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El primer amor

“Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor”. Apocalipsis 2:4. El destino de la presente exhortación es una pequeña iglesia del primer siglo ubicada en el puerto de Éfeso, una gran ciudad con una excelente bahía conocida como el mercado de Asia. Era un centro bancario y una ciudad muy religiosa con un templo a la diosa Diana o Artemisa, patrona de la fertilidad y la sexualidad.

En sus comienzos, Pablo, Apolos y Timoteo enseñaron allí y luego el mismo Apóstol Juan fue su obispo. Había mucho en esta iglesia que era digno de elogio. Los creyentes eran celosos y fieles en el servicio al Señor. Conocían la verdadera doctrina y rechazaban las falsas, también rechazaban la inmoralidad y a los falsos maestros.

Pareciera que todo en la iglesia de Éfeso marchaba correctamente; sin embargo, el Señor vio un peligro mortal que se introducía en su caminar: ¡Habían dejado su primer amor por Dios! Aunque exteriormente eran fervientes, interiormente estaban fríos. Practicaban rutinas correctas, asistían a los cultos, rezaban oraciones ortodoxas, pero se enfriaban cada día más.

Estos cristianos efesios, reciben entonces la exhortación de recordar de dónde han caído, arrepentirse y comenzar a hacer las obras primeras. Debían recordar que el amor es la única motivación aceptable para la vida cristiana. Debían arrepentirse de realizar deberes cristianos sin amor y debían apartarse de sus obras infructuosas y volverse al amor que tuvieron cuando les colmaba la seguridad y la alegría de haberle conocido.

Amados amigos, aquí está reflejado lo que sucede en las relaciones humanas, sea la amistad o el matrimonio. Se comienza con dedicación y enamoramiento, pero con el pasar de los años la relación va perdiendo brillo y expresiones; se cae en una vida rutinaria ausente de detalles y mantenida por la fuerza de la costumbre.

¿Cómo se puede mantener viva la pasión por Cristo, después de tantos años? El llamado es a recordar y volver a las obras primeras. Es a volver a recuperar esa alocada manera de vivir cuando iniciamos nuestra relación con Dios. Es a volver a darle a Jesús el primer lugar de nuestras vidas. Es a recuperar la pasión por aquel a quien servimos. Es a volver a confiar sin medida. Es a dejar que las cenizas del amor se vuelvan a encender y produzcan un gran fuego de avivamiento.

El mayor obstáculo que encontraremos, será la falta de tiempo. Preocupados, absorbidos e inmersos en tantas actividades, nuestras relaciones languidecen porque simplemente no las atendemos. Estamos ocupados con otras cosas que casi siempre son prioritarias. La dedicación y sacrificio de tiempo es un claro resultado de un compromiso firme y sin reservas con la otra persona. El romance y la pasión se pueden restaurar cuando insistimos en celebrar a diario la relación que nos une, añadiendo abundantes manifestaciones de aprecio y gratitud.

Acaso, ¿hemos perdido nuestro primer amor por Jesús? ¿Qué cosas hemos dejado de hacer por amor a él? No permitamos que nuestro primer amor por Jesús se enfríe. No permitamos que el paso de los años o la dureza del camino nos roben la alegría del primer amor. ¡Volvamos y hagamos las primeras obras!

Cultivemos cada día los detalles de la oración, la lectura de la Biblia, las celebraciones y el compañerismo con los hermanos. Invirtamos tiempo en su presencia y nunca dejemos que el tizón encendido del amor se apague en nuestra relación. Que la fe, la esperanza y el amor, sigan siendo los principios rectores de nuestra existencia. ¡Guardemos y protejamos siempre nuestro amor primero!

Abrazos y bendiciones en Cristo

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