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El papel de la vicepresidenta Ramírez

El nombre de Martha Lucía Ramírez siempre me pareció que le sumaba mucho al hoy presidente Iván Duque, lo sigo pensando. Sin duda, ha sido una de las mujeres importantes en la esfera pública y de las mujeres cuya preparación debe reconocerse más allá de las antipatías sectoriales. Su recorrido público por cargos y temas de primer orden para el país la hacen una conocedora de primera mano del mismo y tal vez por eso es que es tan difícil callarla, y, por lo mismo, no hay que callarla.

En Estados Unidos el vicepresidente es el presidente del Senado, aunque sin voto dirige las sesiones y su poder legislativo es enorme, tal como lo recreó maravillosamente el gran Kevin Spacey en su papel de Francis Wonderwood en la mil veces vista House of Cards. En Colombia es difícil comprender exactamente la figura del vicepresidente, más allá de que si el presidente se muere pues asumirá el papel. De tal suerte que nos hemos acostumbrado a ir comprendiendo las líneas del vicepresidente sobre la marcha, sobre todo en ciertas coyunturas o por encargos especiales. Se trata más bien de ver cómo encaja la dupla y para qué le sirve el vicepresidente a su presidente.

Pues bien, hemos visto a la Vicepresidenta en escenarios interesantes debatiendo sobre temas que conoce de raíz, como en Guatemala al lado de varios presidentes donde habló del desafío de América Latina frente a la desigualdad. Dijo algo muy importante refiriéndose al Plan Nacional de Desarrollo del gobierno: “ya no podemos seguir hablando de acuerdos entre la clase política, el gobierno y el sector empresarial, sino que necesitamos acuerdos que incluyan a la sociedad porque tenemos que hacer una apuesta a largo plazo”. Y también dijo que “la protesta ciudadana que estamos viendo en todo Iberoamérica es por esa falta de confianza, pero también por la anarquía que existe, porque hay Estados que incumplen las leyes y los ciudadanos sienten que tampoco están obligados a respetarlas”.

Me quedo con estos dos apartes para señalar que si algún papel puede jugar la vicepresidenta Ramírez de la mejor manera es justamente el de la recuperación de la institucionalidad por doble vía: la que parte de las instituciones hacia los ciudadanos para que verdaderamente representen los intereses y la solución de las problemáticas de los mismos y, la que va de los ciudadanos hacia las instituciones para que se sientan parte de ellas con la exigencia sobre las mismas como primer renglón del reconocimiento que merecen y que hace sana esta relación. Ahí hay una gran tarea en este país. Por ejemplo, debería, señor presidente, dejar a la vice como interlocutora del sector educativo y de los estudiantes.

Por María Angélica Pumarejo

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