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El pacto por Colombia

Uno de los argumentos más poderosos que propone Yuval Noah Harari en su libro “SAPIENS. DE ANIMALES A DIOSES” (2014) es que gran parte del éxito de la especie humana se debe a su capacidad de establecer lazos y relaciones de colaboración eficaz a partir de poderes unificadores como el dinero, el imperio y la religión. No se equivoca. Por esta capacidad nuestros antepasados lograron potenciar la agricultura y sobreponerse a peligros y riesgos que de manera individual no habrían podido superar. Así se construyeron grandes civilizaciones y se adelantaron empresas impensables como las pirámides, la muralla china o las catedrales medievales, pero también, se inventó la guerra. Como diría Giovanni Pico della Mirandola: el hombre es una mezcla de gloria y miseria, es capaz de descubrir los misterios del universo y al mismo tiempo, es consciente de que va a morirse.

El siglo XXI con los medios masivos de comunicación que tienden a despersonalizar, las armas nucleares, el consumismo falaz y los falsos ideales de belleza proponen al hombre retos que solo puede afrontar a través de la consciencia de compartir el presente con personas distintas y distantes y entendiendo que solo con ellas podemos proyectar un futuro común. Escribimos una historia individual pero también una historia social.

El domingo, después del racionamiento de energía eléctrica al que nos vimos sometidos los vallenatos y que duró casi doce horas, pude leer el llamado que hizo el presidente Iván Duque a todos los colombianos, a que hagamos un pacto por Colombia. La iniciativa me parece justa y necesaria aunque esto no significa que la oposición deba anularse. La gracia del juego es que haya juego, que unas veces gane un equipo y otras gane otro, pero que todos tengan participación.

El presidente Duque reconoce que “es cierto que existen diferencias políticas, temas en los que la sociedad tiene grandes contradicciones, pero hoy debemos ser capaces de unirnos en propósitos comunes y superiores”. En la realidad este anhelo se complica por muchas razones y no es que sea pesimista pero la polarización y el odio se adueñaron de la sociedad colombiana desde hace más de 200 años, por eso los líderes sociales son ejecutados y a quien piensa distinto lo tratan de mamerto; también está el hecho y la realidad del Banco de Favores, del “yo te elijo, tú me eliges” aunque, en apariencia, suenen nombres nuevos y distintos perfiles en los nombramientos presidenciales; y, por último, la sombra de Álvaro Uribe Vélez que, para muchos, sigue siendo presidente. No podemos desconocer que Iván Duque, hace dos años, era un completo desconocido y su carrera política está íntimamente relacionada con el líder del Centro Democrático. Esperemos y mientras tanto acompañemos al presidente, apoyemos lo que hay que apoyar y denunciemos lo que deba ser denunciado.

Ya empiezan a moverse las fichas para las elecciones locales. Empiezan a sonar nombres y empiezan a hacerse acuerdos, alianzas y asociaciones buscando el poder regional. Yo creo en la fuerza del elector, en el poder del voto libre, racional e informado. Sigo creyendo que la única salida que tenemos a este embrollo de país es una perspectiva de Bien común que permita superar esos viejos esquemas mentales que se traducen en heridas y desacuerdos.

Por:  Carlos Liñán Pitre

Categories: Columnista
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